(Puedes ver la primera primera parte de este viaje pinchado AQUÍ)
Día 8. EGILSSTAĐIR – MÝRAR (26.08.11)
Una de las ventajas de alojarse en una granja
es el silencio, lo bien que se descansa. En cambio, en una guesthouse todo ese
relax desaparece. La gente se levanta temprano y hace ruido sin piedad. Hay que
levantarse, esperar turno para la ducha y desayunar. Aunque habíamos pensado
quedarnos una noche más aquí, el mal tiempo nos hace cambiar de opinión.
Hacemos la reserva para esta noche en otro
alojamiento y empezamos la ruta. Llueve, hace frío, mucho viento y la pista
está llena de curvas, así que no podemos ir lo deprisa que nos gustaría.
Bajamos por el valle de Suðurdalur con
unas vistas impresionantes de los picos de aguja del monte East Horn y pequeñas
cascadas por todas partes.
Acabamos en el fiordo Barufjördur, cerca
de un pueblo llamado Djúpivogur, donde nos paramos a tomar el ángelus y a hacer
unas fotos al pequeño faro.
El camino de acceso al muelle está flanqueada por gigantescos huevos de piedra tallados y pulidos. La carretera va bordeando el fiordo, con el mar a nuestra izquierda y altísimas laderas que se deshacen a nuestra derecha.
En esta zona, llamada Djúpavoghreppur, hay
unos increíbles contrastes de color entre el azul del mar y las oscuras
laderas.
El tiempo ha mejorado espectacularmente
dejando que brille el sol y subiendo la temperatura hasta los 15ºC. Estamos ya
llegando a la costa de Islandia y el paisaje ha cambiado radicalmente: ahora se
ven más ríos y llanuras que contrastan con las altas paredes de fino material
volcánico.
Hay una playa de cantos rodados negros y
pasamos un buen rato disfrutando del ambiente tan agradable.
Vamos a comer a Höfn, una pizza riquísima
y una ración de patatas fritas (con esos polvitos tan ricos que le ponen).
Paramos también en una gasolinera a limpiar un poco el coche, porque con todo
el barro de las pistas de esta mañana, ya no se nota que es blanco.
Continuamos hasta encontrar el alojamiento
donde pasaremos la noche: Brunnhóll, una hermosa granja con vistas una de las
lenguas glaciares del Vatnajökull desde la ventana de la habitación.
Tras dejar las cosas, ver que en la granja
hacen helados artesanos y descansar un ratito, decidimos acercarnos a
Jökulsárlón, el lago glaciar, para pasar la tarde disfrutando y haciendo fotos.
Son las seis y media de la tarde y aún nos quedan bastantes horas de luz que nos permitirán disfrutar de una tarde inolvidable.
Nos quedamos mudos cuando, después de
media hora por la carretera, empezamos a ver los icebergs en el lago. Completamente
emocionados, cruzamos el puente metálico con la certeza de que este es uno de
los lugares más bellos del mundo. Una cantidad incontable de icebergs de
colores (desde el blanco puro al azul hielo con vetas negras de ceniza
sedimentada) flotan en la laguna que desagua en el mar.
Vamos hasta la orilla izquierda para tomar
las primeras fotos. Hay focas nadando por todas partes y pequeñas gaviotas
posadas en las partes más altas de los icebergs.
Bajamos después a la playa, pues los bloques
de hielo flotan en dirección al mar y muchos se están quedando varados en la
playa mientras baja la marea.
Es sobrecogedor pasear entre estos
pequeños icebergs (son realmente pequeños comparados con los que están en la
laguna) y ver como muchos otros salen a mar abierto a una velocidad inesperada.
Nos lo pasamos pipa haciéndonos fotos
saltando entre los pedazos de hielo. La verdad es que todo el mundo está como
loco en la playa, comiendo incluso trocitos de iceberg.
Está empezando a atardecer, así que nos vamos a la orilla derecha del lago. No hay demasiada gente, con lo que tenemos la oportunidad de hacer docenas de fotos desde todos los ángulos habidos y por haber.
Cuando el sol se esconde tras el glaciar, la gente se va y nos quedamos prácticamente solos… porque nosotros sabemos que lo mejor está aún por venir. Hay que tener paciencia. Un ratito después… el cielo se vuelve rosa. Este lugar es absolutamente indescriptible.
El puntazo del día es para la “islandic killer
sheep” que se nos apareció en mitad de un recta, de vuelta a la granja.
Apareció de la nada, como disecada, y lo único que pude decir fue “¡OVEJA!”.
Miguel intenta frenar, pero a 100 km/h el coche recorre tantos metros que
esquivamos a la oveja a tal velocidad que la muy islandesa ni se inmuta. Nos
quedamos con la duda de si la oveja era real o de cartón-piedra. Nos cruzamos
con el coche de un lugareño al que damos las largas y los warning para
prevenirle, pero el tipo se queda extrañado. Miramos por el retrovisor a ver si
la oveja sale disparada por los aires, pero el islandés se marca una súper
frenada a la altura de la oveja.
Kilómetros
recorridos: 344 km
Alojamiento: Brunnhóll Fram Holidays, Mýrar.
www.brunnholl.is
Alojamiento: Brunnhóll Fram Holidays, Mýrar.
www.brunnholl.is
Día 9. MÝRAR – MÝRAR (27.08.11)
Brilla el sol que da gusto. Hemos dormido
bien pero, como amanece tan temprano, a las 7:30 ya estábamos despiertos. Hay
tornitas para desayunar, pero están frías y no hay sirope ni nada.
La primera parada del día es Jökulsárlón
otra vez. Aunque ayer tomamos muchísimas fotos, la luz es completamente
diferente y los bloques de hielo han cambiado de sitio.
De hecho, mientras estamos en la orilla
del lago, se oye un extraño ruido… y un enorme iceberg emerge del fondo del
lago ante nuestros ojos. Tiene unas dimensiones descomunales y es completamente
azul debido al agua que hay dentro del hielo.
Este lago es un lugar muy especial, no sólo por los más de 200 metros que tiene de profundidad, sino porque, al estar en contacto con el mar a través de su desembocadura, el agua salada se mezcla con la dulce, haciendo que los iceberg se deshagan, cambien de posición e incluso salgan a flote después de haberse hundido.
Justo donde hemos aparcado, hay también
dos Patrol preparadísimos de una empresa llamada NatureExplorer.is que llevan
gente de una expedición fotográfica. Miguel se entretiene haciendo fotos a los
coches, mientras yo disfruto del paisaje.
No hay hielo en la playa, pues la marea se
ha llevado los pedazos que vimos ayer. Además vemos que la mayoría de los
bloques están atascados de la desembocadura del lago.
De hecho, hay varios tipos subidos en zodiacs yendo como locos de un lado a otro e incluso subiéndose con las lanchas encima de los icebergs.
De hecho, hay varios tipos subidos en zodiacs yendo como locos de un lado a otro e incluso subiéndose con las lanchas encima de los icebergs.
Decidimos coger una pista que hay en la
orilla izquierda del lago para ir lo más cerca que podamos del glaciar. Es
impresionante cómo toda esa masa de hielo blanco va cayendo en bloques al agua,
haciendo un sonido completamente indescriptible.
Los icebergs que hay en esta zona son mucho más grandes que los que flotan en la parte más turística del lago. El glaciar que termina en el agua es absolutamente increíble.
No muy lejos de Jökulsárlón, se encuentra
Breiðarlón, otro lago glaciar menos conocido y visitado. Allí están los de los
Patrol otra vez, con su grupo de fotógrafos. Hablamos un rato con ellos,
bromeamos sobre el coste que tiene estar en aquel su “sitio privado” pues se
extrañan de que hayamos llegado solos hasta este punto nada conocido, pero es
que nuestra cartografía es muy buena.
Los
chicos de NatureExplorer.is
nos informan de que esta noche habrá fuegos artificiales en Jökulsárlón (por
eso estaban los de las zodiacs intentando apilar icebergs). Se hacen sólo una
vez al año para recaudar fondos para ayudar en el mantenimiento de los parques
naturales. Tenemos que quedarnos a verlos, no podemos dejar pasar la
oportunidad. Así que cambiamos los planes para quedarnos otra noche en
Brunnhóll.
El tiempo empieza a cambiar, se nubla y
parece que va a llover. Como la ruta que tenemos para hoy, queda pospuesta para
mañana, tenemos que improvisar, así que vamos al centro de visitantes de
Svartifoss a ver un poco nuestras opciones.
Allí volvemos a encontrarnos con los de
los Patrol, que nos indican la hora a la que empiezan los fuegos y por donde
hay que entrar para asistir.
El cielo
está cada vez más negro, así que no nos arriesgamos a hacer el trekking hasta
la cascada, tendrá que esperar a mañana. Volvemos hacia la granja y, de camino,
tomamos una pista que va hasta Ingólfshöfði, un peñón donde anidan los puffins
en verano.
Por
desgracia no se puede llegar, pero por el camino nos cruzamos con un matrimonio
de españoles y su hija, miembros del Club Madrileño de Alpinismo, que han
estado 6 semana haciendo 200 kilómetros de trekking por Islandia.
El mal
tiempo en Islandia tiene siempre cosas bonitas y, en este país, están más que
acostumbrados a que pares en medio de la carretera para disfrutarlas. Jamás
habíamos visto un arcoíris de colores tan intensos, que no sólo es completo
sino que, en algunos momentos, llega a ser doble.
Volvemos
a la granja y nos abrigamos para la excursión nocturna a la laguna glaciar
pero, antes de ir, paramos a cenar en Höfn.
Llegamos
al lago a las 22:00 horas. Pagamos 1.000 isk por persona en concepto de
donación y aparcamos. Se nota que es uno de los eventos más importantes del
año, porque la fila de coches en la carretera es interminable… como si hubiera
venido toda la isla a ver esto. Los lugareños están de fiesta y no tienen
muchos miramientos a la hora de pasar por delante de la cámara aunque vean
claramente que estás haciendo fotos.
Después
de probar en un par de sitios, nos situamos en una ladera desde donde se ven
los icebergs cercanos iluminados con antorchas en mitad de la negra inmensidad.
Pasadas
las 23:00 horas, comienza el espectáculo. Aunque los islandeses no tienen la
maestría que tienen los pirotécnicos valencianos, impresiona mucho ver los
cascotes de hielo flotando en el lago, iluminados desde el cielo por fuegos de
colores. Hay que tener en cuenta, que la organización tiene que ir a oscuras en
zodiac de iceberg en iceberg, encendiendo las mechas.
A mitad del show, el puente se ilumina con una tira de bengalas gigantes y puede verse la silueta de los cientos de personas que se han congregado esta noche allí. Algunas explosiones generan un ruido tan fuerte que, segundos después, se oye claramente cómo se desprenden pedazos de lengua glaciar y caen al agua. Como todo el mundo va forradísimo de ropa, porque hace un frío que te mueres, no se puede aplaudir con guantes, así que los islandeses tienen la costumbre de aullar en vez de dar palmas.
Cuando todo termina, tardamos un poco en poder coger la carretera de la cantidad de coches que hay. El cielo se despeja un momento y, por primera vez, podemos ver la Vía Láctea en todo su esplendor como nunca antes la habíamos visto, pero hace demasiado frío y los coches pasan demasiado rápido como para pararse a fotografiarla.
El
puntazo
del día es para el camino “puerto de la muerte” que hemos cogido por la
mañana intentando subir a un glaciar. A falta de 5 kilómetros nos damos
la vuelta porque la niebla que estaba bajando, hacía aún más peligrosa
la pista que ya tenía una pendiente y unas curvas considerables. No es
que
seamos unos caguetas, es que la situación se estaba poniendo realmente
seria. Por la
tarde, cuando nos encontramos a los alpinistas madrileños, les comentamos nuestra
excursión fallida y nos comentan ellos han subido, que teníamos que haber
seguido hasta el final, pues arriba del todo hay una especie de bar con un
chico que te “monta actividades” en moto nieve a buen precio.
El otro
puntazo del día es para mi cámara de fotos que, aunque ha decidido salir
volando de la mochila cuando hemos llegado a la granja, ha sobrevivido. Sólo se
ha roto el display que hay junto al botón de encendido. Afortunadamente, sigue
haciendo fotos y puedo ver toda la información que necesito en la pantalla LCD.
Además, el seguro se encargará de arreglarla.
Kilómetros
recorridos: 430 km
Alojamiento: Brunnhóll Fram Holidays, Mýrar.
www.brunnholl.is
Alojamiento: Brunnhóll Fram Holidays, Mýrar.
www.brunnholl.is
Día 10. MÝRAR – KIRKJUBÆJARKLAUSTUR (28.08.11)
Nos
despertamos a la hora estándar, desayunamos, recogemos las cosas y comenzamos
la ruta del día.
Hacemos
la primera parada en Jökulsárlón para despedirnos y ver si han llegado a la
parte sur del lago los trozos que se desprendieron anoche del glaciar, debido
al sonido y la vibración de las explosiones. Aún están un poco lejos, aquí todo
está en constante cambio.
Miguel quiere
que vayamos a ver un glaciar de cerca, así que busco una pista que lleve a
alguna de las lenguas del Vatnajökull y por fin encuentro una, de apenas 2
kilómetros, que lleva hasta el
Svínafellsjökull.
Da un
poco de yuyu ver los carteles que advierten del peligro, las recomendaciones
(que hablan incluso de arenas movedizas) y las placas en memoria de las
personas que han muerto o desaparecido allí.
La lengua del
glaciar termina en una pequeña laguna de agua oscura, debido a los sedimentos
que el hielo arrastra y a la poca profundidad.
Hay un
sendero de aproximación al glaciar por donde intuimos que han subido los tres
grupos de excursionistas que están haciendo “ice walking”. Lo cierto es que,
aunque vayan con guía, el riesgo que están corriendo es altísimo.
Hacemos
unas cuantas fotos y nos acercamos hasta donde consideramos que es seguro.
Llega una pareja de franceses que, haciendo caso omiso a todas las
advertencias, se adentra en el glaciar sin la más mínima equipación. Allá cada
uno.
Nos
marchamos a Svartifoss, cascada a la que se accede desde el Centro de
Visitantes del glaciar Vatnajökull.
Hace buen
tiempo, incluso calor, así que hacemos el trekking de hora y media hasta la
cascada, a buen paso, como muchos otros turistas, incluido un grupo enorme de
japoneses que va arrasándolo todo. Como en todas partes, siempre hay gente que tiene que ir dando la nota y a la que le importa muy poco el entorno que le rodea.
La
cascada es increíble. Aunque no lleva mucho agua, su situación encajada en un
pequeño cañón y las formaciones basálticas hacen que este salto de agua sea
excepcional. Si se tiene un
poco de paciencia, al final se consigue una bonita foto sin gente por medio.
En el camino de vuelta, paramos en una
preciosa pradera con vistas al Vatnajökull para hacernos nuestras fotos
saltando y para disfrutar un rato del paisaje y el buen tiempo. Da gusto poder
estar en manga corta tomando un poco el sol, con el mayor glaciar de Europa a
la espalda.
Aunque hemos tomado el “ángelus” en Svartifoss, cuando volvemos al parking estamos hambrientos. Decidimos ir hasta Kirkjubæjarklaustur, donde pasaremos la noche, y comer allí. Por el camino, la Ring Road cruza unas llanuras llamadas Skeiðarársandur. Se trata del sandur más grande del mundo que se extiende desde los glaciares hasta la costa; una zona formada por finos sedimentos fluviales que provienen de los glaciares.
Es impresionante como la arena más fina y
ceniza volcánica se levantan por la acción viento creando una especie de
tormenta que lo envuelve todo e incluso tapa la carretera. No es nada fácil de
fotografiar, pero lo intentamos un rato, pues la arena corre sobre el asfalto
como si fuera el agua de un río.
Comemos lo habitual (¡esta gente no conoce el pollo!) y de postre tomamos unos deliciosos helados del país bañados en chocolate.
Nos acercamos al alojamiento, que está a 1
kilómetro, y resulta ser un conjunto de estupendas cabañas realmente bien cuidadas
y equipadas. Aunque el tiempo está cambiando y el cielo comienza a cubrirse,
nos acercamos al centro de visitantes para informarnos bien y hacemos un par de
excursiones.
Primero visitamos una cascada cercana,
Stjórnarfoss. Aunque no es muy grande, es bonita pues está encajonada entre
paredes de roca cubiertas de musgo y crea un pequeño remanso de agua en su
caída de un espectacular color turquesa.
La segunda parada, en las inmediaciones
del alojamiento, es un inmenso cañón de rocas por el que discurre un el río
Fjadra. Lo interesante del lugar, llamado Fjadrargljufur, no es sólo la altura
de las paredes, sino que se puede recorrer el interior del cañón y también
verse desde arriba.
Se está haciendo tarde, empieza a hacer frío y, aunque el sitio realmente merece la pena, no nos queda más remedio que volvernos a la granja.
El alojamiento está en medio de un campo
de lava, llamado Eldhraun, que se extiende desde Lakagigar (una línea de
cráteres de 25 kilómetros de largo) en el interior, hasta casi llegar a la
costa. Esta enorme extensión de lava, se creó durante una erupción en 1783,
considerada una de las mayores y más venenosas erupciones en la Tierra.
Actualmente toda la zona está cubierta de musgo Wooly Fringe, creando un
espectáculo visual inimaginable.
El puntazo del día es para uno de los
carteles de tráfico de Islandia. Siempre que comienza lo que ellos consideran
una pista (y no una “gravel road”) suele haber uno de estos carteles indicando,
entre otras cosas, que la conducción fuera de pista está prohibida ya que el
terreno de la isla es muy delicado y se
necesitan décadas para que crezcan las plantas en él. Advierte además que, en
el caso de los coches de alquiler, sólo los 4x4 tienen autorización para
transitar por estas pistas; está completamente prohibido al resto de vehículos
pues hay zonas peligrosas.
El plan para mañana es ir al cráter del
volcán Laki, pero nos llevará todo el día. Por eso decidimos reservar una noche
más en las cabañas y tomarnos el resto de tarde con calma. Picamos algo para
cenar, editamos algunos vídeos e intentamos colgarlos en internet, pero nos
cortan la conexión cuando se van a dormir.
Kilómetros recorridos: 217 km
Alojamiento: Hunkubakkar (cottages farm holidays), Kirkjubæklaustur
+354 487 4681 / +354 865 2652
www.hunkubakkar.is / hunkubakkar@simnet.is
Alojamiento: Hunkubakkar (cottages farm holidays), Kirkjubæklaustur
+354 487 4681 / +354 865 2652
www.hunkubakkar.is / hunkubakkar@simnet.is
Día 11. KIRKJUBÆJARKLAUSTUR (LAKAGIGAR)
(29.08.11)
Después de un sueño reparador, una reconfortante
ducha y un estupendo desayuno (zumo de naranja, panecillos calientes con queso
fundido y mermelada casera de grosellas), echamos gasolina en el pueblo y nos
ponemos rumbo al cráter del volcán Laki.
La pista F228 es, efectivamente, apta sólo
para 4x4 y, además del cartel al principio del camino, encontramos varios más,
cada cual más curioso.
Nuestra primera parada del día es
Fagrifoss, una cascada que cae a un cañón y que se ve desde arriba. Parece que
las paredes estén a punto de desprenderse y, aunque hay un cordón para no
acercarse al precipicio (cosa bastante inusual en Islandia, pues allí todo está
en plan salvaje) hay madres temerarias que no sólo vas hasta el límite, sino
que asoman a sus hijos a la caída de más de veinte metros.
El paisaje es impresionante y eso que
prácticamente acabamos de empezar la ruta. Se ve el cañón que se pierde en la
distancia y se intuye que, después del inmenso campo de lava, esperan los
cráteres.
Aunque no brilla el sol, al menos tampoco
llueve. Hay nubes y eso le da un aspecto aún más dramático al paisaje, que se
compone de arena negra, formaciones rocosas y hierba de un color verde tan
llamativo que casi hace daño a la vista.
Poco después de esta parada, hacemos el
primer vadeo. Primero pasan un par de coches que cruzan el río a toda pastilla,
luego pasamos nosotros con la calma que requiere la operación (sobre todo
cuando vas en un coche alquilado) y, ya desde el otro lado del río, vemos que
viene un autobús 4x4 que pasa como si tal cosa.
La pista es lenta, con bastantes piedras,
baches y cuestas, pero merece la pena no sólo por lo que nos espera al final,
sino por la ruta y la experiencia en sí mima. Y, como llegar a Laki y volver
hace necesario dedicarle un día entero, no hay demasiada gente, por no decir
que casi nadie.
Empezamos a bordear Eldhraun, el campo de
lava que se extiende desde Lakagigar, sin salirnos del camino negro de ceniza.
Los vadeos cada vez dan más yuyu y hay incluso algún momento en que el camino
ha sido invadido por el cauce del río y hay que ir remontándolo.
Paramos donde se puede, pues no se debe
abandonar el camino con el coche, y exploramos los alrededores. Todo lo que se
extiende ante nosotros es una hermosa alfombra de musgo verde y blandito que
crece sobre la lava. Sólo se ven islitas de ceniza negra.
Después de mucho traqueteo, llegamos a los
pies del cráter del volcán Laki. Aparcamos el coche en la zona indicada y nos
disponemos a subir la escarpada ladera más abrigados que si fuéramos al K2. Las
vistas desde arriba bien merecen el esfuerzo: toda una hilera de cráteres, cada
vez más pequeños, se suceden a nuestros pies perdiéndose en el horizonte.
Es imposible recorrer a pie los 25
kilómetros de cráteres de la fisura que comienzan en Laki, eso lo tenemos claro
cuando, desde arriba, vemos los pequeños senderos que rodean los cráteres
cercanos y las diminutas figuras que caminan por ellos. También se ve
perfectamente el gran campo de lava y es fácil imaginar la destrucción que
supuso la erupción.
Cogemos de nuevo el coche y vamos hasta el
cráter del Tjarnargígur, hacemos un pequeño trekking por un sendero de ceniza y
descubrimos que está lleno de agua. Las paredes del cráter, el suelo y todo lo
que hay alrededor está cubierto de musgo y ahora entendemos perfectamente lo
frágil que es, lo fácil que es dañarlo. Paseamos entre la lava, admirando el
entorno surrealista que nos rodea, sabiendo que en ninguna otra parte se puede
encontrar un sitio así.
Poco después paramos a hacer un picnic
ligero. Los kilómetros pasan lentos, porque estamos un poco cansados.
Tras más de ocho horas de excursión y de
pegar botes por el campo, estamos agotados y vamos a la cabaña a descansar.
Descargamos las fotos, colgamos unos vídeo y vemos que Toi Vido, un fotógrafo
islandés al que seguimos desde hace tiempo, ha colgado unas fotos de puffins
(que ya pensábamos que habrían emigrado) y gracias a esto averiguamos que están
en Vestmannayjar y que hay un ferry para ir hasta allí. En principio planeamos
ir dentro de un par de días.
Cenamos en Systrakaffi: pollo marinado a
la parrilla, verduritas, patata asada y pan de ajo. Todo increíblemente
sabroso. Cerveza Viking, con muchas burbujas y servida sin espuma en un vaso a
rebosar.
El puntazo del día es para los carteles
que hay justo antes de los vadeos. Consideramos que son bastante explícitos y
adecuados: “Cruzar requiere precaución. ¿Dónde está el cruce? Los ríos cambian.
Las rodadas no cuentan toda la historia. ¿Está su motor impermeabilizado? ¿Hay
alguien mirando mientras cruzas? Prueba el cruce por ti mismo. Usa una línea
segura. Viste ropa de abrigo de colores llamativos.”
Kilómetros recorridos: 143 km
Alojamiento: Hunkubakkar (cottages farm holidays), Kirkjubæklaustur
+354 487 4681 / +354 865 2652
www.hunkubakkar.is / hunkubakkar@simnet.is
Alojamiento: Hunkubakkar (cottages farm holidays), Kirkjubæklaustur
+354 487 4681 / +354 865 2652
www.hunkubakkar.is / hunkubakkar@simnet.is
Día 12. KIRKJUBÆJARKLAUSTUR –
HELLISHÓLAR (30.08.11)
Hoy hay una niebla
impenetrable… y pronto asumimos que no podremos disfrutar igual del paisaje. La
ruta que hemos planeado para hoy no es muy larga, así que nos lo tomamos con
calma.
Después de desayunar, cogemos la Ring Road
y seguimos nos disponemos a atravesar el Eldhraun. Paramos en un “área de
descanso” = mesa de picnic en mitad de la nada, y resulta ser un impactante
campo de hitos llamado Laufskálavarða. Es una cresta de lava, cubierta de musgo
verde limón, entre los ríos Hólmsá y Skálmá donde todos los viajeros que
cruzaban el desierto de Mýrdalssandur por primera vez, construían un hito con
rocas volcánicas para que les trajera suerte en el viaje. A juzgar por la
cantidad de hitos que hay, por aquí ha pasado muchísima gente.
Llevamos unos cuantos kilómetros buscando
Kirkjugolf, también llamado Chruch Floor, una formación de basalto que parecen
celdas hexagonales en el suelo. Pero no lo encontramos porque debo haberlo
marcado mal en el mapa, no vienen en el plano que nos dieron en el centro de
visitantes de Kirkjubæklaustur y la señora olvidó decirnos que estaba allí mismo.
Continuando con nuestra ruta, llegamos a
Reynishverfi para ver las formaciones de basalto que se formaron al pie del
acantilado. Hay una cueva en la misma roca, todo de un tamaño descomunal e
impresionante… aunque parece un poco peligroso y así lo dicen los careles de
información de la zona, aunque la mayoría de la gente no respeta las
indicaciones de precaución.
La arena de la playa es completamente
negra, lo que hace que la espuma de las olas parezca aún más blanca. Con la
niebla que hay, las rocas de la costa tienen un aspecto fantasmagórico.
Hay una fuerte resaca, pues estamos en una
zona de fuertes corrientes y, como se indica en las advertencias, las olas son
imprevisibles y peligrosas en esta zona y la marea sube muy deprisa.
Hay una docena de personas, con sus
trípodes y cámaras, haciendo fotos a las rocas. Miro al acantilado, pues hay
muchos pájaros volando por la zona. Parecen gaviotas… pero, al fijarme bien, me
doy cuenta de que estas aves son rechonchas, blancas y negras, con las patas y
el pico naranjas. ¡Puffins! Casi no puedo creerlo. ¡Puffins!
Están bastante alto, se lanzan al vació
como misiles y es complicados sacarles una buena foto, aun con el teleobjetivo.
Intentamos pillarles en vuelo, pero con esta luz es casi imposible enfocar.
La marea está subiendo y pronto no se podrá estar en la playa, así que nos vamos a Dyrhólaey, que está a sólo 5 minutos en coche.
La marea está subiendo y pronto no se podrá estar en la playa, así que nos vamos a Dyrhólaey, que está a sólo 5 minutos en coche.
Sigue habiendo mucha niebla y casi no se ven las rocas, pero ya desde el coche intuimos que en este lugar hay un tesoro. ¡Más puffins! Y esta vez están muy cerca porque hay un caminito que sube por el acantilado donde están. Puffins en primer plano. Son realmente cómicos.
Pasamos un buen rato haciendo fotos a los
pájaros y al paisaje, que es impresionante. Hay una especie de río, una
corriente, que rodea un lengua de arena negra que se ha creado en la playa y
que puede verse desde el acantilado.
Durante el “ángelus” nos tomamos unos
refrescos y un riquísimo pan de ajo recién hecho que hemos comprado en un
supermercado. El problema es que ahora necesitamos con urgencia ir al baño,
pero en esta zona son de pago. O_o
Seguimos con la ruta y la siguiente parada
es Skógafoss. Es una auténtica lástima que haga tan mal tiempo, pues ya no es
sólo la niebla sino la lluvia y el frío lo que impide disfrutar de este
monumento de la naturaleza.
Al pie de la cascada, en la cantina, hay
unos cuantos aventurados que toman café caliente mientras esperan a ver si
escampa para poder hacer el trekking que va paralelo al río y que permite ver
los 20 saltos de agua previos a la cascada.
Nosotros hacemos un par de fotos y
continuamos con nuestro camino.
No habíamos visto ningún centro de
visitantes en esta zona pero de pronto, a un lado de la carretera, encontramos
una casita de madera con una enorme fotografía de la erupción del
Eyjafjallajökull. Allá que vamos. Hay un perro tumbado en la puerta que no
tiene ninguna intención de moverse y tenemos que saltar por encima. Aunque le
hacemos varias preguntas a la señora de la casita, lo único que ella responde
es “Wanna watch the film?” repetidas veces. El “film” es un documental sobre la
erupción del volcán y cuesta 800 isk. por persona. Sin comentarios. Eso sí,
vamos al baño.
Ya que el tiempo no mejora, nos vamos al
alojamiento. Hemos reservado una cabaña en Hellishólar. Al llegar, descubrimos
que el desayuno no está incluido y las sábanas hay que pagarlas, cosa de la que
no informan en la web ni por teléfono. Hay que pagar la cabaña antes de verla,
y una vez allí descubrimos que está bastante sucia y además parece que han
estado jugando a tetris con las camas y los muebles. Nos quedamos con lo bueno:
hay lavadora-secadora y hot tub en el camping.
Dejamos las cosas, ponemos una lavadora de
ropa sucia (previo pago del jabón en recepción) y nos metemos en el hot tub. El
agua no está muy limpia ni funcionan los chorros, pero el efecto de los 39º C
nos deja súper relajados.
No calculamos muy bien cuánto tiempo hay
que dejar la ropa en la secadora, así que tenemos que hacer dos o tres viajes
hasta que por fin está todo seco. Planeamos la ruta del día siguiente y nos
vamos a dormir.
El puntazo del día es para la carretera, o
mejor dicho: el trozo de carretera que hemos visto esta mañana que había sido
arrasado durante la erupción del Eyjafjallajökull. Había unos cuantos obreros
retirando los restos de los pretiles pues, al parecer, las riadas provocadas
por el deshielo del glaciar se llevaron casi todo lo demás.
Kilómetros recorridos: 123 km.
Alojamiento: Hellishólar (cottages farm holidays), Hvollsvöllur
+354 487 8360 / +354 898 2735
www.hellisholar.is / hellisholar@hellisholar.is
Alojamiento: Hellishólar (cottages farm holidays), Hvollsvöllur
+354 487 8360 / +354 898 2735
www.hellisholar.is / hellisholar@hellisholar.is
Día 13. HELLISHÓLAR – HEIMALAND (31.08.11)
A pesar de lo asquerosa que estaba la
cabaña, hemos dormido como troncos debido al cansancio. Desayunamos y
empapelamos el chiringuito lleno de post-it señalando todas las cosas que
deberían limpiar, reponer, tirar. Probablemente nunca lo verán, porque es casi
seguro que no entran nunca a limpiar… así que se lo encontrarán los próximos
que alquilen la cabaña ¡y fliparán!
Comenzamos la ruta por una pista no muy
buena y con tres vadeos. El tiempo no es muy bueno, chispea, hay niebla y en
algunos sitios llueve. La primera parada es Þjófafoss, una cascada
impresionante con el agua casi verde. Todo el lecho del río está lleno de
musgo.
Después tomamos otra pista que lleva hasta
Háifoss, una cascada altísima (en realidad son dos) que cae a un profundo
cañón, cerca de la central hidroeléctrica de Búrfellsstöð. El cielo nos da un
respiro y pasamos un buen rato haciendo fotos.
El río Thjórsá sólo se puede cruzar por
dos sitios, así que tenemos que dar bastante vuelta para llegar a nuestro
destino de hoy. Hacemos la siguiente parada en otra cascada, Hjálparfoss.
Se trata de un salto de agua doble situado
en el campo de lava al norte del volcán Hekla. No es muy grande, pero todas las
formaciones de columnas basálticas y las grandes rocas volcánicas que la rodean
la hacen muy especial.
Después de comer llegamos a Gullfoss.
Llueve con ganas, así que nos chubasquerizamos (nos ponemos unos cubre
pantalones impermeables y nos envolvemos pertinentemente en los abrigos) y
salimos a ver la cascada.
En el camino de bajada, aprovechamos y visitamos
las hot springs de Geysir, donde estaba el géiser original que dio nombre a
todos los demás. Aunque este géiser ya está extinto, hay otro que brota cada
pocos minutos y que, aunque no alcanza la altura del primero, a nosotros nos
parece alucinante.
El tiempo empeora, así que cogemos la
carretera #26 para llegar a la granja donde pasaremos la noche. Heimaland es
una casa preciosa, con habitaciones limpias y espaciosas y wifi gratis. Miramos
la previsión de tiempo… y no va a mejorar en los próximos días. Decidimos que,
en estas condiciones, no podemos ir a Landmannalaugar.
Kilómetros recorridos: 332 km.
Alojamiento: Heimaland (farm holidays), Landsveit
+354 487 5787
www.heimaland.is / heimaland@heimaland.is
Alojamiento: Heimaland (farm holidays), Landsveit
+354 487 5787
www.heimaland.is / heimaland@heimaland.is
Día 14. HEIMALAND – STEINDÓRSSTAĐIR (01.09.11)
Llevamos tantos días comiendo hamburguesas
y cosas parecidas que ya hemos empezado a soñar con verduritas y platos de
pasta. El desayuno en la granja ha sido un poco extraño, porque estábamos en la
gran cocina de la familia mientras el granjero y su hija charlaban en islandés
a nuestro lado.
Cuando nos despedimos de la familia, el
hombre nos estrecha la mano y casi nos parte en dos. Se confirma nuestra teoría
de que es artista, escultor. No sólo porque tiene toda la casa llena de
pinturas y tallas preciosas, sino porque en el jardín hay una enorme figura metálica.
Ayer nos dimos cuenta de que el cubre
cárter se está soltando, así que compramos un par de bridas en la gasolinera…
como no sabemos decir brida en inglés, Miguel les enseña una imagen en el iPod
y todo solucionado.
Subimos a Gullfoss a descambiar una
camiseta que compramos ayer y nos llevamos también un puffin de peluche para el
coche. Tenemos una pequeña discusión con la empleada de la tienda, que no nos
hace el tax free adecuadamente… pero lo compensa equivocándose y cobrándonos de
menos. En el parking hay todo tipo de vehículos 4x4, a cada cual más
impresionante.
Nos acercamos a la cascada, pues hace mejor tiempo que el día anterior, y aprovechamos para sacar más fotos. Hay un camino que va hasta el borde de la catarata... realmente da miedo.
Nos acercamos a la cascada, pues hace mejor tiempo que el día anterior, y aprovechamos para sacar más fotos. Hay un camino que va hasta el borde de la catarata... realmente da miedo.
Y, como Geysir está en el camino de
bajada, también hacemos una paradita. Es impresionante cuando el agua sale
despedida hacia el cielo a toda presión, tanto desde lejos como desde cerca.
De camino a nuestro destino de hoy, pasamos
junto al cráter Kenio. No es muy grande, pero el color de la tierra, la
vegetación y el agua que inunda el volcán lo convierten en un lugar especial. Hacemos
unas fotos rápidas, pues el cielo está empezando a cubrirse y hace bastante
viento.
Pasamos junto al lago Þingvallavatn. Toda
la lava que rodea el lago está cubierta de musgo, pequeñas plantas y flores,
dándole a la zona un aspecto increíble y surrealista… ¿Cómo no vimos esto la
primera vez que estuvimos aquí? En cuanto encontramos una pista que sale de la
Ring Road, paramos.
Es casi la hora de comer, pero por aquí no
hay ningún sitio… así que nos va a tocar hacernos un sándwich y comérnoslo
mientras visitamos los rápidos de Barnafoss y una cascada formada por muchos
manantiales que brotan por la lava solidificada, Hraunfossar.
Nuestra siguiente parada son las hot
springs de Deildartunguhver, conocidas por ser las más largas del mundo. Es
alucinante ver cómo el agua sale hirviendo a borbotones por todas partes.
El puntazo del día es para el carrito de
los tomates a 200 kr. la bolsa que hay junto a las hot springs. El carrito está
allí plantado, sin vigilancia alguna, con una hucha-buzón para depositar el
dinero y lleno de tomates que se cultivan en los invernaderos que se calientan
con agua termal. Una pasada.
Aunque son sólo las 18:00 horas, paramos a
“cenar pronto” en un grill de carretera y después buscamos la casita donde
pasaremos la noche. Steindórsstaðir está en la carretera #517, es una casa de
invitados totalmente nueva, enorme, muy limpia y con un hot pot maravilloso a
40º C donde pasamos el resto de la tarde. Nos merecemos un poco de relax.
Kilómetros recorridos: 407 km.
Alojamiento: Steindórsstaðir Guest House, Steindórsstaðir - Borgarnes
+354 435 1227
www.steindorsstadir.is / steinda@emax.is
Alojamiento: Steindórsstaðir Guest House, Steindórsstaðir - Borgarnes
+354 435 1227
www.steindorsstadir.is / steinda@emax.is
Día 15. STEINDÓRSSTAĐIR – KEFLAVÍK (02.09.11)
Batiendo récords. Hemos dormido hasta que nuestros
cuerpos no han podido más. Desayunamos y
las 9:30 ya estamos en marcha. Ponemos rumbo al Parque Nacional de Þingvellir,
a ver si encontramos la cascada de Öxarafoss que no vimos la otra vez.
Aunque es un salto de agua bonito, después
de ver tantas increíbles cataratas, esta nos sabe a poco. Por el camino de
madera que va por una de las grietas de la dorsal, encontramos varias orugas
que ponemos a salvo en la hierba para que nadie las pise.
Bordeamos el lago Þingvallavatn por una
pista, disfrutando del paisaje completamente distinto a el resto de Islandia,
no sólo por los cráteres del lago o por las formaciones rocosas, sino por la
vegetación.
Este lugar es tan hermoso que, aunque
hayamos estado antes, volvemos a quedar maravillados ante el espectáculo que la
naturaleza nos ofrece: una dorsal oceánica emergida, que se separa cada vez más
y por la que incluso se puede pasear.
Vamos a Hveragerði, un pequeño y bonito
pueblo donde visitamos el Parque geotérmico, una hot spring que está casi
agotada porque fue la primera en ser explotada para beneficio humano.
Hay una especie de centro de visitantes,
con carteles explicativos sobre el uso que se le da a las zonas geotermales y
el funcionamiento de los invernaderos, incluso tienen algunas tomateras enormes
que crecen allí mismo.
Aprovechamos para comer y por fin averiguamos de que está hecha esta salsa que tanto les gusta y que le ponen a todo: no es otra cosa que una mezcla de kétchup, mostaza y mahonesa.
Aprovechamos para comer y por fin averiguamos de que está hecha esta salsa que tanto les gusta y que le ponen a todo: no es otra cosa que una mezcla de kétchup, mostaza y mahonesa.
Tenemos toda la tarde por delante, así que
cogemos de nuevo la carretera para ir a la Península de Reykjanes.
De nuevo por pista, cruzamos el campo de
lava de Heiðinhá que se extiende a los pies del Bláfjoll o “montañas de sulfuro”
y cerca del lago Kleifarvtan, donde encontramos las hot springs de Seltún o
Krísuvík.
Es impresionante no sólo por el tamaño,
pues se extiende por toda la colina con varias fumarolas, sino porque está en
medio de la nada, lejos de todo lo humano.
Damos una vuelta y continuamos hacia la
costa. Pasado Grindavík hay otra hot spring, con central de aprovechamiento
incluida. La zona en si es impresionante, por todas partes la tierra humea.
Justo al lado está el faro de Reykjanestá,
el más antiguo de Islandia. El cielo se está poniendo dramático, pero parece
que la tormenta aún está lejos… así que disfrutamos de la zona sin prisas.
En este lugar, el mar se estrella contra
las rocas creando formas y paisajes increíbles. Nos quedamos allí un rato,
viendo como rompen las olas.
Cerca se encuentra el puente entre dos
continentes que, aunque sonaba muy prometedor, resultar ser un poco
decepcionante. Hacemos una visita breve y nos vamos al alojamiento de esta
noche, pues tenemos el estómago un poco
revuelto por tanto olor a huevo cocido.
Vamos a pasar nuestras dos últimas noches
en el bed & breakfast de Keflavík y esta vez nos dan una habitación enorme
con dos grandes camas, mecedora, sofá y mesita.
El puntazo del día es para los huevos que vendían
en el parque geotérmico de Hveragerði. Al módico precio de 100 kr. el huevo,
podías llevártelo recién cocido tras meterlo en el agua hiervendo que mana de
la tierra.
El otro puntazo del día es para una
extraña zona que hemos visto junto a la carretera esta mañana. Había una
especie de monumento o mapa zodiacal hecho con piedras que resulta ser un
memorial a Karl Sighvatsson, músico y organista de Þorlákshöfn. El lugar se
llama Karlminni rock.
Nos vamos al pueblo a dar una vuelta,
parece que están en fiestas. Nuestra intención era explorar un poco la zona,
pero vemos una cafetería estilo americana y el rugido de nuestros estómagos nos
conmina a parar allí.
Nos metemos en la cama todavía pensando en los impresionantes helados que nos hemos tomado y en la cantidad de toppings que se le podían echar, desde fruta fresca a siropes variados, chocolate líquido o gominolas.
Nos metemos en la cama todavía pensando en los impresionantes helados que nos hemos tomado y en la cantidad de toppings que se le podían echar, desde fruta fresca a siropes variados, chocolate líquido o gominolas.
Kilómetros recorridos: 370 km.
Alojamiento: Bed & breakfast Keflavík Airport
+354 426 5000
www.bbkeflavik.com
Alojamiento: Bed & breakfast Keflavík Airport
+354 426 5000
www.bbkeflavik.com
Día 16. KEFLAVÍK – REYKJAVÍK –
KEFLAVÍK (03.09.11)
Gracias a que nos dieron una habitación
alejada de la sala de desayunos, hemos dormido muy bien, sin oír un solo ruido.
Nos levantamos no muy tarde, desayunamos y nos vamos a Reykjavík sin prisa,
porque en este país la gente no madruga tanto como creemos.
Nuestra primera parada es el paseo
marítimo, donde está la famosa escultura metálica del barco vikingo. Tenemos
suerte de que no haya nadie cuando llegamos y podemos hacer fotos
tranquilamente con el cielo tan estupendo que hay.
Cuando nos disponemos a marcharnos, llega
un lugareño, saca sus aparejos de pesca y, ni corto ni perezoso, se planta allí
mismo a pescar. Mira que es largo el paseo… se ve que al señor le gusta salir
en las instantáneas de los turistas. :)
Visitamos la periferia en coche, y después
vemos el casco antiguo andando. Reykjavík es una ciudad pequeña que invita a
pasear por sus pintorescas calles llenas de tiendecitas.
Como muchas otras ciudades europeas, la
capital de Islandia muestra un absoluto respeto por el arte urbano y son muchísimas
las muestras de originalidad que encontramos, tanto en “paredes abandonadas”
como en casas particulares, locales comerciales, etc.
Acabamos nuestra visita a Reykjavík en la
catedral, aprovechamos para hacer unas cuantas fotos con el cielo está
aborregado, aprovechando que todo sigue en calma: no hay tráfico, la gente
disfruta del sol en las terracitas de las cafeterías, otros hacen footing…
Hacemos una última incursión en una tienda
de música, pues un amigo nos ha encargado el Heima de Sigur Rós, y compramos
también alguna chuminada en una tienda de recuerdos.
Pasadas las dos de la tarde estamos en Bláa
Lónið (el Blue Lagoon). Primero damos un paseo por los alrededores,
maravillados por el color turquesa del agua que serpentea entre montones de
lava negra.
Después entramos al spa en sí.
Te ponen una pulserita con sistema
informático que vale tanto para entrar y salir como para cargar las
consumiciones que se abonan a la salida. Dejamos nuestras cosas en sendas
taquillas (que también se abren con la pulserita) y, envueltos en unos
albornoces que hemos solicitado con la entrada, nos vamos derechos al agua.
No hay mucha gente, puede uno bañarse,
relajarse y flotar sin chocarse con nadie. Es una sensación inexplicable el
estar en esa agua turquesa, caliente y salada…
Además de la gran laguna principal, hay
varias salas de sauna, duchas de agua fría, piscina interior, pequeñas playas y
hasta un bar en mitad del agua (donde nos tomamos unos helados).
Pasamos cuatro horas estupendas, flotando
de aquí para allá (hay que hacer un verdadero esfuerzo para no flotar),
poniéndonos ”silica mud” por todo el cuerpo y secándonos al sol.
Esta situación que para nosotros es tan
desconocida y especial, parece ser lo más habitual para los lugareños que
vienen aquí muy a menudo.
Las instalaciones no tienen un solo pero:
duchas, vestuarios y hasta tocadores con secador de pelo. Está todo
perfectamente pensado y cuidado y, aunque la entrada pueda parecer un poco
cara, la experiencia realmente merece la pena.
Nos marchamos con el cuerpo y la mente absolutamente relajados, pensando en si algún día volveremos aquí. Nos quedan unas pocas horas en Islandia y empezamos a ponernos nostálgicos.
El puntazo del día es para los perritos
calientes que nos hemos tomado en Reykjavík a la hora del “ángelus”. Aquí los
llaman pylsur y tienen fama de ser los mejores hot dogs del mundo. La salchicha
es crujiente por fuera y tierna por dentro, hecha con carne de cerdo, res y
cordero, le añaden cebolla cruda y frita y dos o tres tipos de salsas.
En Islandia esto es casi un deporte
nacional, se considera uno de los pilares de su gastronomía, así que no
podíamos irnos sin probar esta auténtica delicia. ¡Ojo! Son contundentes y
llenan bastante.
Antes de volver al b&b, pasamos un momento por el aeropuerto para preguntar dónde y cómo se hace lo del tax free (hay que solicitarlo en una oficina en la zona de embarque). Paramos también en la zona de coches de alquiler para ver cómo devolvemos el coche mañana (sólo hay que dejarlo en el parking del aeropuerto con las llaves guardadas en las guantera pues, como dice el de la empresa, si alguien lo roba no puede escapar de la isla en coche).
Antes de volver al b&b, pasamos un momento por el aeropuerto para preguntar dónde y cómo se hace lo del tax free (hay que solicitarlo en una oficina en la zona de embarque). Paramos también en la zona de coches de alquiler para ver cómo devolvemos el coche mañana (sólo hay que dejarlo en el parking del aeropuerto con las llaves guardadas en las guantera pues, como dice el de la empresa, si alguien lo roba no puede escapar de la isla en coche).
Una vez en el alojamiento, nos damos una
buena ducha, dejamos el equipaje preparado y nos vamos a cenar al pueblo y, por
supuesto, a tomarnos el último helado.
A la mañana siguiente, aunque llegamos
pronto, el caos en el aeropuerto era brutal. Las colas para facturar
prácticamente se salían del edificio y reinaba la desorganización. ¿Nuestro
consejo? Aunque os parezca una pasada, id al menos con tres horas de
antelación.
Kilómetros recorridos: 130 km.
Alojamiento: Bed & breakfast Keflavík Airport
+354 426 5000
www.bbkeflavik.com
Alojamiento: Bed & breakfast Keflavík Airport
+354 426 5000
www.bbkeflavik.com
Día 17. KEFLAVÍK – MADRID (04.09.11)
En el avión, aunque estábamos cansados y
en parte deseosos por llegar a casa, no podíamos dejar de pensar que nunca
antes habíamos estado en un lugar así y que iba a ser muy difícil superar la
experiencia de este viaje.
Atrás quedan las cascadas de vértigo, los
interminables campos de lava, los volcanes, los glaciares, la imperturbable
calma de los icebergs flotando en el lago, el silencio y la solitud de tantos
lugares remotos, la sensación de que esta tierra está tan viva… y esa mirada
cautivadora e insondable.
En nuestra alma ha quedado
grabada la belleza inconmensurable de Islandia. Y, aunque aún no sabemos cuándo,
sabemos que volveremos.
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