martes, 22 de enero de 2013

Madeira

Nuestro plan: Disfrutar y descansar en la isla de Madeira. No es por tanto un viaje de trekking "vamos a hacer todas las levadas de la isla".

MOVILIDAD
Para recorrer la isla lo mejor es alquilar un coche pues, aunque no es muy grande, las poblaciones importantes están bastante alejadas unas de otras. Hay también una red de autobuses interurbanos y otra que comunica los pueblos y las zonas rurales; además los conductores son muy amables y si se les pide que paren al comienzo de una levada, no tienen problema en avisarte y parar.
Al ser una isla volcánica y montañosa, las curvas, cuestas y pendientes son muy pronunciadas. Las carreteras están bastante bien en cuanto al asfalto, pero poco señalizadas.
Hay que tener cuidado en las zonas más altas pues la niebla es bastante habitual. Además los madeirenses no tienen contemplaciones a la hora de pararse en todo el medio sin importarles lo más mínimo las consecuencias. Es habitual que se crucen con un amigo y detengan el coche in situ, aunque la pendiente sea del 20%. Otra cosa a tener en cuenta es que muchas casas, al estar en la falda de las montañas, están construidas al revés, es decir: se entra por el garaje y los pisos van hacia abajo y además no hay mucha acera o arcén, así que cuando salen de las cocheras lo hacen abruptamente.
ALOJAMIENTO
Madeira es una isla con una amplia red de hoteles, quintas, apartahoteles y resorts, todos de gran calidad. Dependiendo de cuánta marcha queráis, os convendrá más o menos estar cerca y dentro de la capital. En nuestro caso buscábamos descanso, así que nos decidimos por un resort & spa en la cima de la ladera de Funchal, con unas increíbles vistas de la ciudad.
COMIDAS
En las principales ciudades como Funchal, Porto Moniz o Machico la oferta es variada; en las zonas de montaña y pueblos pequeños los restaurantes son más escasos, así que cuando veáis uno, si tenéis hambre, no lo dudéis porque no se sabe dónde estará el siguiente.
La comida portuguesa es deliciosa y de estilo casero (aunque también hay cocina internacional e incluso un restaurante con una estrella Michelín). No podéis perderos las espetadas (brochetas de carne) y el bolo do caco, el pan de ajo típico de la isla.



Día 1. MADRID – FUNCHAL (15.06.10)
Obligatorio para ir hasta Madeira, es hacer escala en Lisboa. Desde Madrid es apenas una hora, así que no te da tiempo a tomarte el refresco en el avión cuando ya te estás muriendo de miedo al ir prácticamente esquivando edificios para aterrizar en medio de la ciudad. Nuestro vuelo salió con retraso, así que en la pista de Lisboa nos esperaba un minibús para llevarnos rápidamente al otro avión, que nos estaba esperando.
Si el aeropuerto de la capital lusa es para que te tiemblen las canillas durante el aterrizaje, el de la isla de Madeira directamente te deja sin respiración: la pista está en una lengua de tierra por lo que, se mire por donde se mire, entras desde el mar con dirección a más mar. La maniobra de aproximación es no apta para cardiacos, pues cuando el avión vira la sensación es de ir directos al agua… y al tocar tierra, la pista parece que vaya a terminarse antes de que el avión se detenga.
 
Conseguimos recuperar nuestras maletas, aunque una señora portuguesa quiere quedarse una de ellas.  Hemos reservado un coche con la compañía de alquiler Guerin, pero no tienen oficina en el aeropuerto (dato del que no te informan). Tras mucho buscar, un amable señor que deambula por el hall nos explica que debemos esperar a que vengan a buscarnos. Hay un matrimonio español con dos niños pequeños en nuestra misma situación. Tanto ellos como nosotros llamamos por teléfono a Guerin y, como era de esperar, recibimos diferente información. Tras 40 minutos de espera y habiéndose unido los pasajeros del siguiente vuelo, un tipo de la compañía hace acto de presencia con una lista, subimos a una furgoneta y nos llevan a una nave a unos pocos kilómetros. Tras los típicos trámites, nos dan el coche (con el embrague bastante tocado seguramente por las cuestas que hay por toda la isla) y ponemos rumbo al hotel. Así que ya sabéis: si no queréis vivir este caos nada más llegar a la isla, contratad el coche con otra compañía.
Como este es nuestro viaje de novios, hemos cogido un hotel que haga nuestra estancia completamente inolvidable: el Choupana Hills Resort & Spa de Funchal (http://www.choupanahills.com/en/en_index.html). Aunque el camino de ida es, cuanto menos, para echarse a reír comparándolo con la subida a los lagos de Covadonga, pronto uno se acostumbra a las carreteras y la sensación de vértigo de la isla.

En la recepción del hotel nos espera el gerente que nos atiende directamente en su mesa-despacho mientras nos tomamos el té helado que nos han servido. Tras explicarnos dónde está todo y cómo funciona el complejo, un chico sube nuestras maletas al cochecito de golf y nos lleva a nuestra habitación.
La habitación es media pagoda. Sí, sí: media pagoda; unos 40 m2 de estancia con una terraza de más de 15 m2. La gigantesca cama con dosel ocupa gran parte de la estancia, pero hay espacio de sobra para un sofá, un sillón, mesa, escritorio… Dos grandes puertas correderas de cristal dan acceso a la terraza, que tiene dos tumbonas y una mesita con vistas al jardín y al mar, todo en el mismo estilo zen que el resto del hotel. 

La sensación de paz y quietud es absoluta pues, al estar situado en lo más alto de las colinas que rodean Funchal, el complejo está inmerso en una atmósfera que proporciona una visión perfecta de toda la ciudad al tiempo que conserva toda la magia del bosque en el que se encuentra, sin el ruido, el tráfico y el bullicio de la ciudad pero a un paso de la misma.




Día 2. PONTA DE SÃO LOURENÇO (16.06.10)

Tras dormir toda la noche como auténticos lirones, nos damos una buena ducha y vamos a desayunar al edificio principal. Hay tantas cosas y todas tan ricas, que es realmente difícil elegir.
Durante la aproximación en avión a la isla, vimos unos impresionantes acantilados en la parte más oriental: es la Ponta de São Lourenço.

Aunque pudiera parecer que no hay vegetación por tratarse de la zona más seca de la isla, es impresionante la cantidad de crasas y pequeñas plantas que crecen aquí. De hecho, muchas de las especies endémicas de Madeira crecen en estas tierras de origen volcánico.

De hecho, Ponta de São Lourenço es una Reserva Natural clasificada como Zona Especial de Conservación y declarada espacio protegido en 1982 para preservar su flora, fauna y herencia geológica. Podemos encontrar casi 160 especies vegetales como la Mesembryanthemum crystallinum (centro) o la endémica Echium nervosum (derecha).

Para hacer esta ruta hay que ir hasta la Baia d’Abra, donde empieza el camino que recorre la parte más árida de la isla. Como el clima es muy cambiante en Madeira, hay que ir bien preparados con ropa en varias capas, agua y comida para la excursión y protección solar, pues no hay ni una sola sombra y el viento y el sol pegan muy fuerte.
Desde el mirador principal (donde se deja el coche) las vistas son increíbles, pero el viento también lo es así que rápidamente empezamos la caminata hacia la punta. Los colores de los diferentes materiales, las apabullantes vistas desde los acantilados y el mar chocando contra las rocas y peñascos dibujan un paisaje casi indescriptible que, como descubriremos a lo largo del viaje, no se da en ninguna otra parte de la isla. 



En las piedras de los muretes o incluso en los hitos que marcan el camino algo se mueve: son las lagartijas madeirenses (Podarcis dugessi) que, además de tener unos colores irisados preciosos, son bastante descaradas. Lejos de asustarse, salen prácticamente a nuestro encuentro. Primero se achuchan y se pelean entre ellas y luego se nos acercan, hasta el punto de rodearnos e incluso subirse por nuestras zapatillas cuando hacemos una parada para descansar a mitad del camino. Se ve que están acostumbradísimas a la presencia de los humanos que recorren el sendero y saben que siempre existe la posibilidad de conseguir algo de comida.

El sendero que recorre los 5 kilómetros de península es tortuoso y extenuante, y aunque puede afrontarlo cualquier persona porque no entraña dificultad, hay que tener en cuenta nuestras fuerzas y el agua que llevemos, porque hay que volver por el mismo sitio y las rocas, la arena y las cuestas al final pasan factura.
 

Cuando volvemos al coche es la hora de comer, así que hay que buscar algún restaurante y, como ya expliqué en la introducción, esta tarea tiene mucho que ver con la suerte. A las tres de la tarde encontramos un local en lo alto de una montaña y por fin probamos las famosas espetadas, con ensalada y patatas fritas.

El paisaje cambia radicalmente nada más abandonar la costa. El bosque de laurisilva que puebla la isla, la niebla que viene y va, el horizonte que desaparece y las flores que crecen por todas partes son sólo el anticipo de lo que vendrá en los próximos días.
Pasamos la tarde en el hotel, relajándonos y descansando.



Día 3. LEVADA DOS BALCÕES (17.06.10)

Como hemos descansado estupendamente, hoy nos hemos levantado antes. Desayunamos zumo natural, fruta y bollos caseros recién hechos y trazamos un plan de ruta, aunque sabiendo lo impredecible que es aquí el tiempo no servirá de mucho.
Lo primero que hacemos es aprovisionarnos de agua y víveres, por si no encontramos después un sitio donde comer. Encontramos un supermercado Sã en la entrada de Camarcha.
Aunque el día parecía soleado, a medida que vamos subiendo por la montaña nos adentramos en las nubes, que proporcionan al bosque un aspecto mágico.
Desde Ribeiro Frio salen dos levadas perfectamente señalizadas: la Levada dos Balcões (3 km. Ida y vuelta) y la Levada de Portela (17 km. sólo ida). Como el tiempo está muy cambiante, decidimos hacer sólo la primera.


El camino, sin ninguna dificultad, discurre junto a una acequia o levada que cruza el bosque de laurisilva. Es nuestra primera incursión a pie en el bosque y la sensación del verde invadiéndolo todo es abrumadora.
 

El habitante más conocido de los bosques de laurisilva de la isla es el pinzón de Madeira (Fringila coelebs maderensis). Los machos, de color azul intenso, en seguida delatan su posición cuando cantan para atraer una hembra o para advertir a otros machos que están en su zona. Al final del camino, en el mirador, los pinzones son tan descarados como las lagartijas del día anterior, lo que los convierte en criaturas aún más adorables.

 
Como el camino avanza por el frondosos bosque, cuando se llega al final la sorpresa es estupenda: hay un mirador, literalmente un balcón colgado sobre el valle con unas vistas asombrosas de las montañas, el bosque y Portela en mitad de la garganta.

 

Comemos en un restaurante que habíamos visto por el camino y, aunque la comida está buena, nos sorprende muchísimo el corte de la carne y cómo despiezan el pollo.
Pero tengo que decir que disfrutamos muchísimo del bolo do caco, el pan típico de la isla imposible de conseguir en ningún otro lugar del mundo. Se toma como entrante o de acompañamiento, caliente y con mantequilla de ajo. Es absolutamente delicioso.  

A la salida del restaurante me tuerzo un tobillo, lo que nos obliga a pasar la tarde descansando en el hotel. Qué tortura, jajajajajaja.



Día 4. LEVADA DO RISCO (18.06.10)

Ponemos rumbo a Câmara de Lobos para continuar hacia Ribeira Fría y seguir por la tortuosa carretera que lleva a Paúl da Serra. Desde Rabaçar podemos hacemos la ruta de trekking 6.1 Levada do Risco, un sendero fácil que me permite ir calentando el pie. Dejamos el coche en el aparcamiento y tenemos que bajar unos 2 kilómetros por carretera hasta donde realmente empieza el sendero.

 
Decenas de lagartijas multicolor pasan el día tomando el sol en el borde de la carretera. Son un poco más tímidas que las de Ponta de São Lourenço, pero muchísimo más numerosas.


Cuando llegamos al comienzo del sendero, quedamos fascinados por los trinos de los reyezuelos listados de Madeira (Regulus madeirensis) que son tan pequeños y veloces que es casi imposible hacer una foto decente. 
En cambio los pinzones son muy descarados y literalmente nos van siguiendo por la levada hasta que les damos unas migas de pan.

Aunque el paisaje es precioso, como no hay mucho agua se pierde un poco el encanto del bosque de laurisilva. Tras poco más de un kilómetro, llegamos a la cascada. Es una lástima que el camino esté cortado, pues no se puede acceder al túnel que pasa por detrás de la caída de agua. 
El camino de bajada ha sido fácil, pero sólo de pensar en los dos kilómetros que hay cuesta arriba hasta el aparcamiento hacen que me duela el pie. Así que decidimos coger la "furgoneta" que lleva desde el principio del sendero hasta el parking, que cuesta 3€ por persona.


Paramos a comer a pocos kilómetros, en Pico das Urzes. Una ensalada de tomate y queso y una pizza casera, todo riquísimo. Para el camino de vuelta, vamos por el parque eólico y Lombo do Mauro. Las vistas son impresionantes, así que paramos un par de veces para disfrutar del paisaje y tomar algunas fotos. 
 
Por todas partes crecen los taginastes (Echium fastuosum) que atraen a gran cantidad de abejas y mariposas, y dan un colorido espectacular a la zona.

 
Pasamos por Câmara de Lobos, el pueblo talismán de Churchill. 
Subimos hasta Cabo Girão, un acantilado de más de 500 metros de altura. Las vistas del océano, las tierras de cultivo como un puzle de tonos verdes y la ciudad de Funchal al fondo hacen que el tiempo se pare. 

Pasamos la tarde en Funchal y volvemos al hotel agotados por el calor y todas las emociones del día.






Día 5. PORTO MONIZ (19.06.10)

El día está bastante cubierto, así que decidimos ir al otro extremo de la isla, a Porto Moniz, a ver si allí el tiempo está mejor. Lamentablemente no es así, pero una vez recorrido el camino, lo mejor es intentar disfrutar la visita.

Porto Moniz es conocida por sus piscinas naturales en rocas de origen volcánico. En verano son muy populares entre los madeirenses, pero en esos momentos sólo había un par de lugareños pescando.
En estas pequeñas pozas hay cantidad de pequeños peces de colores que se acercan con curiosidad cuando alguien pasa.
 
El tiempo está muy desapacible, así que damos un paseo por la ciudad pero, no sé si será por lo gris del día, no nos gustó demasiado. Estaba todo un poco abandonado, parecía que las tiendas se habían quedado ancladas en los años 80, con postales descoloridas y recuerdos pasados de moda.
Para colmo, entramos en un chiringuito y pedimos unos pregos (una especie de bocadillos de carne y ensalada) y, tras mirar el reloj, la dependienta nos dice que no nos los prepara. ¡Eran más de las 12 de la mañana! ¿No sé supone que aquí van con el horario europeo?

Nos marchamos muy desencantados, así que para resarcirnos fuimos a comer al restaurante de la vaquita donde hacía unos días habíamos probado aquel bolo do caco tan delicioso. El pan sirvió de acompañamiento a un delicioso pollo a la brasa con patatas y ensalada.
Por la tarde fuimos a Funchal, pero el bochorno y la cantidad de gente que había por ser sábado, consiguieron que nos fuéramos al hotel bastante pronto.
Por la noche, como todos los sábados del mes de junio, la ciudad de Funchal se ilumina con los fuegos artificiales que se lanzan desde el paseo marítimo. El espectáculo es realmente impresionante.




Día 6. PARQUE DAS QUEIMADAS - PICO DAS PEDRAS (20.06.10)
Aunque el día ha amanecido igual que el anterior, soleado pero con una gran nube en el horizonte oceánico (que siempre acaba llegando) y varias nubes en las montañas de la isla., nos decidimos a hacer una ruta más, la que va de Queimadas a Pico das Pedras. 
 
 
Para hacer esta levada, hay que ir hasta el Parque das Queimadas, a unos 4’5 km de Santana. Es una ruta fácil, llamada “un camino para todos” pues el camino es ancho y muy llano (sólo hay 20 metros de desnivel).
Tras recorrer 2 kilómetros, se llega al Pico das Pedras en Calderao Verde. Todo es de un verde exuberante, con una preciosa cascada que se precipita por una pared de rocas en la frondosidad del bosque.
La ruta se puede alargar de dos maneras: bien comenzando desde el Rancho Madeirense (media hora antes del Parque das Queimadas), bien tomando el desvío a Calderao do Inferno (100 metros antes de Calderao verde), aunque esta ruta es mucho más exigente y toma unas dos horas más entre ida y vuelta.


Una de las cosas que más llama la atención al llegar al Pico das Pedras, es la cantidad de flores que crecen de manera silvestre en este bosque de laurisilvas, eucaliptos, robles y otras especies. Dactylorhiza foliosa, orquídea endémica de Madeira, agapanthus y otras bellezas hacen que esta zona parezca un auténtico jardín salvaje.



En este punto de la ruta hay un chiringuito donde nos comemos un prego, para tener fuerzas lo que queda de día. Deshacemos la ruta y llegamos al aparcamiento; volvemos al pueblo por la carretera que cruza parte del bosque, que es estrecha y está un poco estropeada, pero realmente merece la pena para disfrutar del ambiente mágico que crea la niebla entre los eucaliptos y las hortensias que crecen por todas partes.
 

La niebla es cada vez más espesa e incluso está empezando a llover, así que cogemos la vía expreso hasta Funchal y pasamos la tarde tranquilos, relajados en el spa.


 
Día 7. JARDIM BOTÂNICO FUNCHAL (21.06.10)
El Jardim Botânico es una visita obligada en Funchal. Merece realmente la pena por todas las especies autóctonas que tiene, además de cantidad de plantas tropicales, jardines de cactus y crasas y árboles de la isla…

 
Tiene también una hermosísima colección de flores tropicales, incluyendo un jardín de orquídeas.

 
Pero tengo que reconocer que lo que más nos llamó la atención fue la fauna que habita el botánico. 
Además de los pavos reales que se pasean a sus anchas y de las mariposas monarca que se dejan ver, encontramos una graciosa familia de ranas en un estanque.

 
En uno de los árboles cerca de la entrada, había un nido de currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) con cuatro crías. Era una gozada ver como los padres se desvivían por llevarles comida.

 
Y, como no podía ser de otra manera, las lagartijas madeirenses estaban por todas partes. Eso sí, las del botánico tienen un comportamiento de lo más extravagante y hacen todo tipo de locuras.

 
A la hora de comer nos marchamos al restaurante al que fuimos el primer día, en Santana, a tomarnos unas espetadas y un bolo do caco para despedirnos de la gastronomía de Madeira. Un último paseo en coche por las montañas de esta isla, por sus tierras verdes, sus bosques de laurisilva… Un maravilloso rinconcito del mundo.

El viaje se acaba. España gana su segundo partido del mundial mientras lo celebramos con unas hamburguesas deluxe que nos trae el servicio de habitaciones del hotel. Nos encantó Madeira.






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