miércoles, 6 de febrero de 2013

Iceland I



Nuestro plan: 16 días para recorrer Islandia y descubrir todas las maravillas que esconde la isla, o al menos las que nos dé tiempo.
MOVILIDAD
Para viajar por Islandia lo mejor es alquilar un coche. Todo está lejos, hay pocas ciudades/pueblos y, aunque hay autobuses, no es cuestión de perder el tiempo esperando en la parada.
Es una isla volcánica, pero eso a los islandeses no les preocupa porque conviven con ello cada día. Con esto quiero decir que no se gastan absurdamente el dinero en carreteras asfalta das que una colada de lava puede tragarse pasado mañana. Solamente la Ring Road, carretera que da la vuelta a la isla, está asfaltada y no completamente; podemos encontrar tramos de grava. El resto de carreteras que van a los pueblo y a las principales atracciones naturales son pistas de tierra, bien señalizadas y cuidadas.
En algunas carreteras, sobre todo en las que se dirigen al interior de la isla, encontramos grandes carteles que indican de los peligros que pueden esperarnos si tomamos esta dirección, tales como vadeo de ríos, crecidas de agua, etc. Muy amablemente, los carteles indican que ningún tipo de seguro cubre los desperfectos que el coche pueda sufrir por estos motivos… y que, si te pasa algo, el problema es tuyo.
Alquilamos un 4x4 pequeño y contratamos todos los seguros. Aunque no hay riesgo de robo, si que una piedra puede saltar por el camino y romperte una luna, destrozarte el cubre cárter o rajarte una rueda. Nunca está demás cuando vas a pasarte dos semanas pegando votes por el campo.
En Islandia no hay mucho tráfico, pero se nota a la legua quiénes son los lugareños. Sus coches son más grandes, mejor preparados y, como se conocen los caminos al dedillo, van a toda pastilla… o al menos mucho más rápido de lo que tú puedes atreverte a ir.
No hay muchos animales en la isla, pero ojo con las ovejas… que tienen muy claro que su isla es suya y no dudan en ponerse en medio del camino reclamando su territorio.

ALOJAMIENTO
En las ciudades grandes como Reykjavík, Akureyri y Höfn, hay hoteles buenos, pero reservad con tiempo si vais en temporada alta. En casi todas partes hay bed & breakfast, casas de particulares que alquilan habitaciones y una estupenda red de granjas que incluso los propios islandeses utilizan para ir de vacaciones por su isla:
 http://www.farmholidays.is/

También se puede encontrar alojamiento a través de la web oficial http://www.visiticeland.com/Accommodation/

COMIDAS
Excepto en las ciudades más grandes, no es fácil encontrar restaurantes y además, como todo en Islandia, son bastante caros. Eso sí, en casi todas las gasolineras tienen algún tipo de fast food calentito que te saca del apuro. Además están esos maravillosos helados que son el deporte nacional y que están deliciosos para tomar a cualquier hora.
Como hacemos otras veces, cada vez que vemos un supermercado, compramos de todo “por si acaso”. Eso sí, a un precio de alucine.
PARQUES NATURALES
Una de las cosas que más llama la atención es que en Islandia todo es salvaje. No hay vallas, ni caseta del guarda, ni nada de nada. Entrar a todas partes es gratis y lo haces, eso sí, por tu cuenta y riesgo. Vamos, que si te quieres asomar a un acantilado, tirarte por una cascada o adentrarte en un glaciar… es cosa tuya. Ellos te advierten de los riesgos con unos estupendos carteles y eso es todo.
Existen varias empresas donde se pueden contratar excursiones extremas como paseos por los glaciares (andando o en 4x4), trayectos en avioneta o helicóptero para sobrevolar las zonas más remotas, etc. Además Islandia es uno de los mejores destinos para avistar ballenas.

FECHAS Y RUTAS
Normalmente este viaje se hace entre mayo y julio para aprovechar el sol de media noche, el buen tiempo casi garantizado y esas cosas. Nosotros fuimos a finales de agosto. La desventaja es que el tiempo no es tan fiable porque al ser una isla montañosa, el clima es muy variable. La ventaja es que hay mucha menos gente y eso es bueno no sólo porque a la hora de visitar lugares lo haces más a gusto, sino porque no hay problemas para encontrar alojamiento.
La ruta clásica es dar la vuelta a la isla en sentido antihorario, es decir: comenzando el viaje hacia el este desde Reykjavík. Si se tiene poco tiempo, suele hacerse el golden circle: un loop de unos 300 kilómetros por el sur de la isla para visitar la cascada Gullfoss, el área geotermal de Geysir y el Parque Nacional de Þhingvellir. En nuestro caso hicimos la vuelta a la isla al revés, es decir: comenzando hacia el oeste. Nos quedó pendiente hacer una incursión a las tierras del interior llamadas Landmannalaugar, pero eso requiere tres o cuatro días más, un 4x4 con buena altura y muchas ganas de hacer trekking.




Día 1. MADRID – COPENHAGUE – KEFLAVÍK (19.08.11)

Nos levantamos a las 6:30 de la mañana y nos dirigimos al aeropuerto de Madrid Barajas. Comienza la aventura islandesa. Tenemos escala en Copenhague, pues el vuelo hasta Keflavík no sale hasta las 19:45. El aeropuerto danés es como un gran centro comercial con pistas de aterrizaje para los aviones. Todo es muy caro y, cuando digo muy caro, quiero decir carísimo: 2 hamburguesas y 1 cocacola = 35€.
El embarque al avión que va a Islandia es un auténtico caos, nos echan a todos de la sala de espera, se forma una pelota de gente y maletas y nos hacen pasar sin orden ni concierto y sin chequear pasaportes. Ya en la aeronave, piscolabis y PSP (cortesía de Icelandair) para mantenernos entretenidos.

Nos ha tocado al lado una japonesa del gran grupo que ha llegado en pelotón al avión; parecen ser de una expedición científica. La pobre debe estar cansadísima, porque nada más llegar se ha dormido (como el resto de compatriotas) y, durante las tres horas que dura el vuelo, ha ido adoptando posturas de lo más extrañas. Aunque le hemos hecho fotos para recordar, no vamos a poner ninguna por respeto a su intimidad… Pero daremos testimonio de nuestros caretos de cansancio con una autofoto.
 
En Madrid hacía un calor de muerte, así que yo me fui en chanclas, piratas vaqueros y camiseta sin pensar en las consecuencias… Consecuencias que ya empecé a notar en el primer avión y que en el segundo se hicieron insoportables. Menos mal que había mantitas en las que envolverse.
Al acercarnos a la isla, las vistas son espectaculares… más por lo extraño que por lo que realmente se aprecia. No hay nada, el terreno es abrupto y recuerda a una chocolatina que una vez se fundió y luego se volvió a solidificar. Hay muchos conos volcánicos (algunos reventados) que sobresalen en la superficie de piedras caóticas (coladas de lava). Aunque son las diez de la noche, aún es perfectamente de día.
La única reserva que tenemos es para esta noche (y para la última) en el Bed and Breakfast Keflavík Airport, a cinco minutos del aeropuerto… que está rodeado de lava por todas partes. Viene a recogernos la furgoneta del b&b (aunque tuvimos que llamarle por teléfono) y nos lleva hasta el lugar: habitaciones enormes, limpias y con buenas camas. El desayuno es de 4:30 (¡!) a 9:30.



Alojamiento: B&B Keflavík.




Día 2. KEFLAVÍK – STYKKISHOLMUR (20.08.11)
Una de las cosas que enseguida llama la atención es el silencio. Aunque hemos dormido realmente bien, el desayuno no es muy bueno… empezando por el zumo, que debe ser de esos hechos con polvos.
El b&b tiene un servicio de mini bus que trae y lleva al aeropuerto, así que nos vamos para allá a recoger el coche de alquiler. No todo son aventuras, también hay alguna desventura… y el señor de los coches de alquiler no estaba por allí. Además, las dependientas de la oficina de cambio de moneda no son muy agradables, según nos ven, echan la cortinilla. Finalmente llamamos al del coche y nos viene a recoger, aunque en realidad la oficina estaba muy cerca. El hombre es la mar de majo, nos explica todo, nos da un par de consejos, nos entrega las llaves del Grand Vitara y emprendemos la marcha. El coche está tan limpio, reluciente y encerado ¡que puedes ver tu reflejo en los neumáticos!
La primera parada la hacemos en un supermercado en Keflavík y nos aprovisionamos con lo básico: pan, embutido, zumo, bollitos y alguna chuchería. En cuanto cogemos carretera, empezamos a alucinar con el paisaje: campos de lava por todas partes, cráteres, montañas de diferentes colores, ríos, cascadas… una pasada.

Nos dirigimos al Parque Nacional de Þhingvellir, donde puede verse la prolongación natural de la dorsal medio-atlántica, donde se están separando la placa tectónica americana y la euroasiática.
 
Nos hacemos ocho mil fotos a un lado de la falla, al otro, subiéndonos por las piedras, e incluso caminando por el interior de la grieta, donde está empezando a crecer un bosque. Este sitio es realmente alucinante y uno de los pocos en el mundo donde se puede ver este fenómeno geológico.

Aún nos queda mucho camino hasta el destino final de esta etapa, así que nos ponemos en marcha por una pista que dura más de lo previsto porque en el mapa viene marcada como carretera. Lección aprendida: el asfalto escasea y los kilómetros no cunden como nos gustaría. Aún así la pista es divertida y nos lleva a Borgarnes cruzando paisajes impresionantes.
Justo antes de llegar a la civilización encontramos una señal que indica “ovejitas haciendo sus cosas en la pista”, y pocos metros después encontramos esas ovejas, jajajajajaja.

Pasadas las tres de la tarde, comemos en Borgarnes en una de esas gasolineras-con-de-todo una hamburguesa islandesa con patatas y refresco y el primer helado del país que está absolutamente delicioso, pero no hay quien se lo acabe porque llena muchísimo.

Comienza a llover y nos quedan aún bastantes kilómetros, así que decidimos ir directamente al b&b que hemos reservado por si se nos hace de noche. Se trata del Heimagisting bed & breakfast, en Stykkisholmur. Greta, la dueña de la casa, es una mujer encantadora que alquila tres exquisitas habitaciones de su casa, decorada con muchísimo mimo.
Siguiendo el consejo de Greta, vamos al puerto a comprar los tickets del ferry para el día siguiente que se despachan en un establecimiento que hace las veces de centro de información turística y tienda de recuerdos y artesanía de la zona. Nos llevamos para casa unos gracioso gnomos hechos con lana de oveja islandesa.
Aún nos queda por visitar toda la península de Snæfellsnes, así que nos ponemos a ello pues aún quedan varias horas de luz. Primero paramos en Berserkjahran, un impresionante y caótico campo de lava que se extiende hasta donde alcanza la vista.



Pasamos cerca del cráter Eldborg, pero está lloviendo y no encontramos ningún camino que lleve hasta la base, así que continuamos en busca Mt. Kirkjufell, una montaña de origen volcánico situada en Grundarfjörður (Fiordo de Grundar) que recuerda al gorro de Gandalf.
Allí paramos para hacer algunas fotos aunque, como la marea está baja, no conseguimos la típica instantánea perfecta que tiene todo el mundo sacando la cascada cercana y el reflejo del monte en el agua.
Empieza a hacerse tarde y estamos un poco cansados, así que nos quedan pendientes para un próximo viaje las increíbles formaciones rocosas de la costa sur de la península. Si tenéis tiempo, tomad nota de estos nombres: Arnarstapi, Djupalonssandur & Dritvik, Londrangar & Thufubjarg.
Damos media vuelta para llegar a casa de Greta a una hora decente y, mientras vamos por la carretera, vemos un zorro del ártico saliendo de entre las plantas. Cuando me bajo para hacerle unas fotos, unos coches que pasan a toda pastilla lo han asustado y se había escondido en una madriguera.

De vuelta en Stykkisholmur, provechamos los últimos rayos de sol para fotografiar el atardecer en el puerto.
Tomamos una ducha, buscamos alojamiento para el día siguiente y nos metemos en la mullida cama después de este largo día de viaje.


Kilómetros recorridos: 430 km
Alojamiento: Heimagisting bed & breakfast.
                                   +354 820 5408
                                   gretasig@gmail.com
                                   www.baenirogbraud.is
 


Día 3. STYKKISHOLMUR – ISAFJÖRDUR (21.08.11)
Greta se ha levantado a las 5:15 de la mañana y ha empezado a cacharrear en la cocina para preparar el desayuno. La gente ha ido bajando por turnos a disfrutar del “healthy breakfast” que esta amable señora ofrece en su alojamiento. Todo es “home made”: zumo de frutos del bosque, yogur islandés con muesli, mermelada casera de arándanos, panes de distinto tipo, salmón ahumado, queso, huevos duros, pepino, tomate y fruta.  Y para rematar: tortilla de verduras recién horneada. Todo absolutamente increíble.
 

Nota: acordaos de pedir una habitación en el piso de arriba para que no os moleste el ruido.

Cogemos el primer ferry que tarda dos horas hasta Flatey Island (literalmente cuatro casas en un peñón) y otra hora más hasta Brjanslaekur.

Como el tiempo está un poco variable y hay nubarrones en el cielo, nos cuesta un poco decidir la ruta a seguir. Finalmente elegimos la ruta larga para ver los acantilados de Latrabjarg, pero al ver que las condiciones meteorológicas empeoran, vamos directamente a Patreksfjördur. Al poco la carretera se convierte en pista y sigue así casi hasta el final de la etapa.
La pista sube, baja, se deshace a causa de la lluvia en algunas zonas, pero las vistas son impresionantes. 
  

El panorama es bastante inhóspito, llueve copiosamente y no hay donde resguardarse, así que nos comemos unos sándwiches dentro del coche parados en un arrimadero viendo la  imponente cascada Fjallfoss.
Cuando deja de llover, nos acercamos al pie de la catarata, de 100 metros de altura, 30 de ancho al inicio y 60 en la parte más amplia. Pasamos una hora haciendo fotos, aunque el cielo y la luz no son los mejores. Y aprovechamos para usar el baño público allí instalado.
Reemprendemos la marcha antes de que empiece a llover otra vez. A pocos kilómetros de Isafjörd pasamos por un túnel en el que sólo hay un carril, así que el que tiene preferencia puede circular tranquilamente, pero si alguien viene en sentido contrario, debe esperar en los arrimaderos situados a su derecha permitiendo pasar al otro. ¡Da mucho yuyu! Para rematar el tema, a mitad de camino, el túnel se bifurca: hacia la izquierda se dirige a Suðureyri, hacia la derecha a Isafjördur.

Encontramos la guesthouse. La recepcionista es una zombi. Los otros huéspedes también. En contra de lo que habíamos reservado, la recepcionista nos manda a la casa amarilla (sleepingbag house), no la casa principal donde está la recepción, sino a una habitación con baño compartido. Esto tendrá sus consecuencias, pues nos ha tocado al lado del salón donde la gente decidirá pasr la noche charlando alegremente. Así que ya sabéis, si os decidís por este sitio, cercioraos de que os pongan en la casa principal.
 
Nos damos una ducha calentita, apañamos la reserva del día siguiente y buscamos alojamiento para el posterior (por si no hay internet mañana). Salimos a buscar un lugar para cenar, pero no hay mucho donde elegir a parte de un grill+pizza, que además el videoclub y vende helados, golosinas, complementos, guitarras y tiene hasta máquinas tragaperras. ¡Todo en uno! Nos decidimos por una hamburguesa (sí, otra vez) y nos ponen unas latas de coca cola de tamaño descomunal.

El puntazo del día ha sido para la gasolinera que hemos encontrado entre fiordo y fiordo. El señor no estaba, pero había dejado un cartel muy majo indicando que debíamos esperar unos minutos pues tiene 83 años y tarda un poco en ponerse los zapatos y llegar desde su casa. El abuelete es un cachondo integral, que no habla más que islandés, pero que se hace entender perfectamente y resulta ser del Barça. Besos, abrazos, foto, un par de frases en su libro de visitas y allí le dejamos, la mar de feliz. 

De nada sirvió salir dos veces a decirle a la gente que hicieran el favor de bajar la voz. De nada sirvió argumentar con el tipo que parecía llevar la voz cantante, porque incluso había gente que tenía que dormir en un sofá cama en el propio salón… Como siempre que te metes en un sitio de estos, hay gente que ha pagado para dormir y gente que ha pagado para dar el coñazo. Casi a la 1 de la madrugada (y esto es muy tarde en Islandia) se callan y se van a sus habitaciones. Por fin se puede dormir.

Kilómetros recorridos: 250 km + 3h. de ferry
Alojamiento: Gamla guesthouse.


  

Día 4. ISAFJÖRDUR – VATNSHOLL  (22.08.11)
Nos levantamos y vamos a desayunar a la casa principal. El parte del tiempo que hay en el b&b dice: “donde no está nublado, brillará el sol”. Humor islandés.
La ruta de hoy nos lleva por fiordos completamente distintos a los de ayer, sus aguas son mucho más tranquilas y están en amplios valles.
 

Aunque la pista se hace un poco pesada por tanto bordear fiordos (¿es que no saben hacer puentes?) finalmente cogemos un rato la Ring Road y a las 14:00 ya hemos llegado a la granja donde pasaremos la noche. 


A primera vista da un poco de miedo, pero una vez en el interior de la finca, nos damos cuenta de que el primer edificio que se ve es un cobertizo y no una casa.  Andrea, la dueña, nos enseña la casa donde nos vamos a instalar y nos da libertad para hacer lo que queramos, incluso ha puesto a calentar el agua del hot tub que hay en el exterior.
Como es temprano, decidimos ir a comer el “pack del viajero islandés” a una cafetería de Hvammstangi y después damos una vuelta por la península de Vatnsnes a ver si vemos las focas que Andrea dice que viven allí.
Con el coche lleno de barro de tanto pistear, hacemos la primera parada en Ánastaðastapi, pues nos ha parecido que una roca se movía en un islote y, efectivamente, saltamos un muro, nos acercamos al acantilado y comprobamos con el teleobjetivo que es una foca. No recuerdo si fue en Hamarsrétt o en Svalbarð donde vimos la siguiente, nadando tranquilamente a unos metros de la orilla.



Pero fue en Ósar donde nos llevamos la sorpresa. Habíamos parado en Hvitserkur Rock para hacer unas fotos. Bajamos por la veredita que desciende por el acantilado hasta la orilla y, mientras nos hacíamos una foto con el temporizador de la cámara, conocimos a una pareja que estaba allí pasando la tarde. Fueron ellos quienes nos hablaron de la colonia de focas que había más adelante.
Aparcamos en un arrimadero de la carretera y, gracias a unos chicos que subían por un camino, intuimos que hay que bajar por la pista que está justo en frente del youth hostel.
   
Después de 10 minutos llegamos a la playa y, en una lengua de arena, había una gran familia de unas 50 focas tomando el sol tranquilamente en la arena negra de su playa particular. Algunos ejemplares nadaban cerca de la orilla e incluso una de las focas sacaba la cabeza de cuando en cuando y nos miraba curiosa.


De vuelta a la granja paramos en Borgarvirki, una fortaleza natural de roca en lo alto de una colina. Las vistas desde allí son impresionantes. Damos un pequeño paseo por la zona y hacemos algunas fotos, pero estamos cansados y ateridos de frío, así que decidimos marcharnos, antes de que no podamos con nuestro cuerpo, con la firme intención de meternos en el hot tub.
Cuando llegamos a la granja, ya están allí el resto de los huéspedes. De hecho, hay dos chicas suizas en el hot tub. Hacemos algo de tiempo colocando nuestras cosas y charlando con la otra pareja (belga) que hay en el salón sobre excursiones para ver ballenas en Husavík, tienen vídeos y fotos realmente interesantes. Hay muy buen rollo con todo el mundo y al final acabamos los seis metidos en el jacuzzi.
 
Hace un frío que pela (unos 5ºC de sensación térmica), incluso chispea a ratos, pero dentro del agua, que está a 38’5ºC, se está de maravilla y nadie parece querer salir… además habrá que hacer turnos para ir a la ducha. No hay mejor manera de acabar el día que con un baño de burbujas en el jardín mientras miras las estrellas de Islandia.
El momento del día es para las ovejas islandesas que se manifiestan en mitad de la carretera reivindicando que esas tierras son suyas y que no va a quitarse del camino hasta que les dé la gana por mucho que las achuchen, les pite con el claxon o se hagan aspavientos. Tienen esa de mirada de “como bajes, te envisto” que te acongoja.
 
Y el segundo momento del día es para el caballo “quiero pan, ¿me das pan?”. En mitad de la nada, encontramos una manada de caballos típicos islandeses de esos que viven medio salvajes (dicen que en Islandia hay tres veces más caballos que personas). 

Nos paramos a observarlos y, como atraídos por un imán, vienen hacia nosotros. Son grandes, no tienen dueño aparente y nos asustamos, así que volvemos al coche. Pero los animales en esta isla son de ideas fijas y el líder de la manada nos persigue tranquilamente y hasta mete la cabeza por la ventanilla para que le demos pan. Y pan le dimos.


  
Kilómetros recorridos: 480 km
Alojamiento: Neðra-Vatnshorn in Húnaþing
http://www.farmholidays.is/FarmDetails/266/nedra-vatnshorn-i-hunathingi





Día 5. VATNSHOLL  – GOĐAFOSS  (23.08.11)
¡Hoy sí que hemos dormido bien! Vamos a desayunar a la casa de Andrea y ha preparado un festín que compartimos con nuestras amigas las belgas. Pan casero de flores, de banana y de arándanos, además de mermelada hecha también por ella misma.
La granjera nos deja usar su ordenador para buscar el alojamiento para dentro de dos días y nos ayuda con la reserva, llama a una amiga que tiene otra granja entre Myvatn y Husavík, lo que nos permitirá dedicar un día a cada lugar. 
Comenzamos la etapa del día con el sol brillando en el cielo y una temperatura muy agradable. Nos dirigimos a Kálfhamarsvík para ver las formaciones volcánicas de basalto en la costa, pero la luz no es la mejor para hacer fotos porque las rocas quedan en la sombra.

En esta zona hay varias granjas y secaderos de pescado cerca de la orilla del mar. Todo muy pintoresco.
 
Para nuestra sorpresa, encontramos un impresionante acantilado con cascada incluida cerca de Dalsharn, también en la misma península. Hasta ahora no habíamos podido disfrutar de un día con tan buen tiempo, así que disfrutamos al máximo cada minuto paseando, haciendo fotos y explorando la zona.

Nos quedamos alucinados cuando cuando un grupo de ovejas pardas vienen a toda pastilla corriendo hacia nosotros con la clara intención de pasarnos por encima. ¡Estas ovejas están loquísimas!

Seguimos nuestro camino y pronto llegamos al museo folclórico de Glaumbæ con usas curiosas construcciones que son típicas de los países nórdicos: casitas con hierba en el tejado (que hace las veces de aislante natural), solo que en esta ocasión, visto desde atrás, parecen extraños montículos o túmulos. Dentro de las casitas hay aperos de labranza y otros objetos, pero lo que de verdad llama la atención es el conjunto de edificios en sí.
 
Abandonamos la pista y nos incorporamos a la Ring Road. Llevamos el coche tan sucio que a duras penas se ve la matrícula, así que en las proximidades de Akureyri paramos en una gasolinera y le enchufamos con la manguera a presión con cepillo incluido (que es gratis). Vamos también a un supermercado para no quedarnos sin provisiones y hacemos bien porque esta noche tocará picnic. En el parking del súper vemos a un par de chicos que parecen salidos de un capítulo de Beavis and Butt-head instalando en el maletero de una ranchera cuatro altavoces de una mini cadena. Aquí la gente tiene mucho tiempo libre…
Continuamos hasta Goðafoss, un lugar impresionante. Tenemos reserva en un hotelito a pocos metros de la cascada, así que dejamos nuestras cosas en la habitación, compramos un montón de postales y nos vamos a explorar la zona y a hacer unas fotos. Se nos pasa el tiempo volando ante esta maravilla de la naturaleza.

El puntazo del día es para nosotros mismos, para el rato que hemos pasado en el campo haciendo el tonto y partiéndonos de risa hasta que nos han dolido las costillas.


Kilómetros recorridos: 350 km
Alojamiento: Fosshóll Guesthouse  
                                   http://www.godafoss.is/en/



 

Día 6. GOĐAFOSS – MÝVATN (24.08.11)
Hay que decir que en Islandia se duerme genial. No sabemos si por el cansancio, por el silencio o por ambos. Después de desayunar y echar un último vistazo a la cascada, y ponemos rumbo sur para ir a Aldeyjarfoss. Llegar a este precioso lugar, tiene lo suyo. 40 kilómetros  de pista (a 95 km/h), 5 kilómetros de pista seria (para 4x4) entre caóticos pedazos de lava y 2’5 kilómetros andando por el campo de lava para llegar a un enorme agujero en la tierra.
 
Llegar Desde lejos se ve el spray y se escucha perfectamente el sonido del agua cayendo, lo que indica (por la distancia que aún nos queda por recorrer) que aquello es de unas dimensiones descomunales. La cascada es impresionante, el precipicio brutal, el color del agua indescriptible. Además el sol ha salido unos minutos para que pudiéramos disfrutarla. Hay gente al otro lado, pero no sabemos por dónde han llegado, pues desde aquí no hay manera de cruzar. 

Los 2’5 kilómetros andando realmente merecen la pena, pues hay que recorrer un cañón que el río ha creado en el mar de lava.  Toda la zona parece sacada de un cuento.
 
Durante el camino de vuelta, encontramos una pista (no tan buena como la anterior, pero la cartografía pirata que llevamos en el GPS es estupenda) que nos sirve para llegar a la zona del lago Myvatn ahorrándonos un montón de kilómetros y de tiempo. Desde lejos ya se ven las sulfataras y Miguel empieza a ponerse de los nervios. A medida que nos acercamos al lago, se ven pequeños cráteres encadenados, cubiertos de musgo, que forman un paisaje completamente surrealista. 
 
Paramos en varios sitios mientras recorremos las orillas del lago y encontramos las famosas rocas que salen en todas las postales de Mývatn. El tiempo no es maravilloso, esmos visitando una de las zonas más calientes del país y la temperatura es de 4-5ºC con un viento bastante serio, pero en Islandia tienen un dicho: si no te gusta el tiempo, espera, será mucho peos. Por eso hay que aprovechad la oportunidad cuando se presenta.
Nos hemos saltado el “ángelus” (aperitivo de las 12) así que ya tenemos bastante hambre, por lo que decidimos parar a comer en Reykjahlíð, un pequeño pueblo de 300 habitantes a orillas del lago. Sólo hay un restaurante, así que no tiene pérdida.

Nos vamos derechos a la zona del “humo”. Nada más llegar vemos una llamativa laguna azul turquesa (de agua hirviendo) que apesta a huevos cocidos, pero que te deja pasmado. Y, a partir de este momento, todo lo demás será completamente distinto a lo que habíamos visto hasta ahora.  
Intentando dar con todo lo que hemos marcado en el mapa y en la guía (recordad que aquí no hay carreteras sino muchas pista de tierra que salen en todas direcciones), encontramos una enorme grieta en las formaciones rocosas, Dimmuborgir. 
   
Recogemos a dos alemanes que andan por el país haciendo hikking y los llevamos hasta el camping. Como ellos ya han estado en la zona de Landmannalaugar, nos recomiendan ir al centro de información para que nos expliquen cómo está la ruta hasta Askja . Y allá que vamos. Nos indican que aunque llevamos un 4x4, no es demasiado alto para poder hacer cómodamente la ruta hasta el cráter pues hay que vadear 4 ríos que ahora llevan un caudal de entre 60 y 70 centímetros; pero nos dan un mapa de la zona indicándonos todos los sitios de interés.
Primero nos acercamos al cráter Hverfjall, donde vemos gente chaladísima que, con el tiempo de perros que hace, está dando vueltas por el perímetro de la parte superior del volcán.

Visitamos también la zona termal con piscinas naturales Jarðböðin við Mývatn. Sólo hay u par de parejas bañándose, pues por muy caliente que esté el agua, el día no acompaña nada. En los alrededores hay curiosas rocas que son realmente acumulaciones de capas de ceniza. 
Después vamos a la zona de Jörundur, un inmenso mar de lava que sólo tiene os años de antigüedad. La mitad de las piedras echan humo, algunas rocas están realmente calientes. Aunque hace muchísimo frío (sensación térmica -5ºC), el paseo merece la pena. Hay un chirimiri constante que hace el camino muy resbaladizo y que al final te dejan calado.

Es realmente espectacular caminar por toda esta zona (adecuadamente balizada para que no pises ninguna parte peligrosa) sabiendo que se ha formado hace tan poco tiempo, sintiendo que la tierra está viva. Se ve perfectamente la forma de los conos volcánicos reventados, por donde salieron las coladas de lava y cómo éstas se extendieron circulando en todas direcciones. Además, para llegar a la lava, hay que pasar por una zona de montañas humeantes de color ocre, con fumarolas y una pequeña laguna de agua hirviente turquesa.
   
Pequeña parada para visitar el volcán Krafla, que actualmente está inundado. El acceso es muy sencillo, mediante una pequeña escalera natural. Después hay un sendero que rodea todo el cráter. 

 

Bajando del Krafla visitamos la central geotérmica. Es impresionante la cantidad de tuberías que hay en el valle, incluidas las que cruzan la carretera por arriba formando una U invertida.
Paralelo a la carretera, baja un río azul de agua humeante con el característico olor a huevos cocidos. Todo es bastante extraño y completamente fuera de lo común.
Por último, vamos a las hot spring Hverir. Chimeneas naturales desprenden enormes columnas de vapor de agua con olor a azufre; hay pequeños cráteres (hot pots) donde el barro hierve a borbotones; e incluso zonas acotadas donde no se permite acceder a los visitantes por su seguridad. 

    
Por momentos deja de llover en la zona donde estamos y  parece que va a salir el sol. Durante unos segundos un arcoíris se ve en el horizonte, con sus dos extremos tocando el suelo… pero aquí todo cambia rápidamente y, antes de que nos demos cuenta, casi ha desaparecido.

  
Son las 8 de la tarde, estamos agotados y todavía tenemos que encontrar la granja donde dormiremos hoy, en la carretera 853. Cogemos la pista y, después de preguntar en dos casas donde no hablaban ni papa de inglés, llegamos a nuestro destino: una granja pequeñita situada junto a una laguna con embarcadero y todo.
Hablamos un rato sobre la visita a Askja y finalmente decidimos que no nos merece la pena hacer los 100 kilómetros de pista (dicen que de las más duras de Islandia), vadear cuatro ríos y arriesgarnos a romper algo del coche o quedarnos atascados… para luego tener que caminar 45 minutos hasta el volcán, bajar al interior del cráter y tener que deshacer el camino aunque puedas bañarte en agua que esté a 28ºC. 
El puntazo del día es para el monumento al agua caliente que hay en la carretera de la central geotérmica. Allí, en medio de la nada, hay plantado un váter y una ducha de la que sale agua caliente constantemente. ¡Estos islandeses están locos!


Kilómetros recorridos: 195 km
Alojamiento: Farmhouse carretera 853, Mývatn
 




Día 7. MÝVATN – EGILSSTAĐIR (25.08.11)
Bergljot, que así se llamaba la señora de la granja, nos ha preparado un desayuno estupendo y delicioso. Muy amablemente, nos ayuda con la reserva para esta noche.
Hoy vamos a Husavík para ver las ballenas en un tour que hemos reservado. Estamos un poco nerviosos y excitados. Nos abrigamos a tope, porque no hace muy buen día y en cuanto salgamos al mar, el frío va a ser brutal.

En el barco (de 1950) vamos unas 30 personas, demasiadas para mi gusto. Antes de zarpar, reparten unos monos de abrigo. Parecemos astronautas vestidos de azul marino pero sin casco. El mar parece estar en calma, pero nuestro capitán coge las olas de lado y el barco parece una montaña rusa. Todo se mueve muchísimo y empezamos a ponernos malos. Tras una hora y media, con el estómago revuelto y fuera de la bahía, casi en mar abierto, vemos la primera ballena, pero otro barco está más cerca.

Nuestro barco va hacia la zona para ver si la ballena está acompañada y tenemos suerte de que así sea. Tenemos nuestra propia ballena jorobada, que el capitán empieza a perseguir como si le fuera la vida en ello. Un par de respiraciones chuflando por el orificio, nos muestra el lomo y se sumerge. 
A Miguel no le da tiempo a ir al baño y su desayuno sale despedido desde la segunda planta del barco hasta el mar. Afortunadamente yo tengo tiempo de ir a vomitar en privado. Sólo podemos hacer unas pocas fotos más antes de que la ballena se sumerja durante 40 minutos mientras nosotros volvemos a puerto.  

El trayecto de vuelta lo hacemos sentados intentando recuperarnos mientras deseamos llegar pronto y que todo se acabe. Hace un frío increíble y la gente del barco que no está a punto de echar el higadillo, se toma un chocolate caliente con bollitos del país. ¿No es mejor repartir biodramina?

Por fin en tierra, necesitamos un ratito para calentarnos y recuperarnos del todo dentro del coche. Es curioso como una experiencia puede ser la más bonita de tu vida y a la vez tan dura y desagradable.




Mac explora un poco el pueblo dando un paseo. La verdad es que el puerto es precioso, con todas esas casitas de madera tan cuidadas convertidas en restaurantes, tiendas de regalos, de ropa deportiva para salir al mar… 
Además en Husavík hay un museo de ballenas donde pueden verse esqueletos de varios especímenes, información a cerca de la conservación de estos cetáceos, de la actividad ballenera de la isla, etc. Y hay también un curioso museo… del pene. Sí, un museo falológico que alberga 273 penes de 92 especies animales distintas. Y, aunque pueda parecer que esto no le interesa a nadie, el museo recibe más de 11.000 visitantes al año… quizá para ver el ejemplar de ballena que mide 170 centímetros y pesa 70 kilos.

  
Después de comer nos dirigimos al sur. Nuestra primera parada es Hljóðaklettar, un desfiladero también conocido como The Whispering Cliffs en el Parque Nacional Jökulsárgljúfur. Se trata de los restos de una línea de cráteres con curiosas formaciones de basalto.
El trekking por la zona lleva unas dos horas (5 kilómetros, pero parando cada tres por cuatro para hacer fotos) en un loop que discurre entre los conos volcánicos y va hasta Rauðhólar.
Justo al lado del parking (donde hay una fuente y un cuarto de baño) hay varias formaciones realmente impresionantes donde el basalto parece formar espirales de columnas.
Hay varios senderos que rodean cada grupo basáltico, de manera que se puede explorar toda la zona. En algunos sitios incluso hay cuevas. Toda la zona es impresionante.


Rauðhólar es espectacular. No sólo puede obtenerse una vista casi aérea de Hljóðaklettar, sino que desde el alto de la colina pueden verse las laderas negras y rojas de lo que parece ser las paredes de varios volcanes que se deshacen cayendo hacia el río que hay a la derecha.
 


Nos lo hemos pasado de fábula haciéndonos fotos en la colina, charlando sobre fotografía con una pareja que hemos encontrado por el camino y, en general, disfrutando del paisaje. Es fácil perder la noción del tiempo.
Cuando regresamos al parking, vamos derechos a Selfoss, una de las cascadas más conocidas de Islandia. El spray del agua se ve desde la pista.
Selfoss es un cascada “multi chorro” de agua oscura debido a la cantidad de sedimentos y ceniza volcánica que arrastra. Es impresionante como han ido colapsando las laderas de diques de basalto por la acción erosiva del agua.


A unos pocos minutos andando está Dettifoss, otra caída de agua absolutamente espectacular, con un caudal que da miedo.

Cuando nos queremos dar cuenta son las 8 de la tarde y tenemos que llamar al alojamiento para informarles de que aún nos quedan 130 kilómetros de viaje… de noche y lloviendo. Vamos por la Ring Road a 120 km/h, con la línea central como única referencia y todas las luces del coche encendidas para ver bien el camino.
 
Entre las indicaciones confusas que me había dado Berljot (diciéndome que esta guesthouse era la más alta de Islandia) y mi cansancio, me confundo de carretera (ya en las inmediaciones del alojamiento) y comenzamos a subir un puerto, con niebla y neveros, por una carretera que se va poniendo peligrosa por momentos. 

Menos mal que el chico de la guesthouse me da las indicaciones correctas por teléfono, 14 km de puerto para abajo. Increíblemente no somos los últimos, aún falta gente por llegar. Cenamos unos sándwiches, miramos un rato el mapa para planear la ruta del día siguiente  y caemos rendidos.

El puntazo del día es para la mascota del hospedaje. El sitios está limpísimo, realmente cómodo y situado en un sitio precioso… pero estar en medio del campo tiene lo que tiene, y nosotros lo bautizamos y señalizamos como una atracción más. ¡Spidersjokull en el cuarto de baño! 




Kilómetros recorridos: 315 km
Alojamiento: Guesthouse Eyvindará II, Road 94
                                   http://www.farmholidays.is/FarmDetails.aspx?No=520 


Esta aventura continúa aquí: Iceland II

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