Muy a nuestro pesar, tenemos que dejar el
Xaluca. Desayunamos crepes recién preparadas, zumo de naranja recién exprimido
y una tortilla con daditos de tomate natural y queso. Recogemos en recepción la
ropa que pedimos que nos lavaran, pagamos las consumiciones y nos vamos.
La ruta de hoy es cortita y fácil (sólo
hay 60 kilómetros hasta las dunas del Erg Chebbi), así que vamos a hacer
algunas visitas para retrasar un poco nuestra llegada al hotel… siempre a la
aventura, improvisando sobre la marcha.
De camino a Risani, nos desviamos para
hacer el circuito turístico de las
kasbahs, que en realidad es más bien una ruta circular por los ksar que hay
en el palmeral. No es espectacular, pues la mayoría de kasbahs están en ruinas,
pero sí resulta muy interesante.
En cada curva de la carretera, hay
pequeñas poblaciones con sus escuelas (fácilmente reconocibles por la
numeración de las filas en una de las paredes), sus mezquitas y sus bonitas
puertas de entrada.
Una vez en Risani, paramos para comprar pan y quizá dar una vuelta por el
mercado. Nada más aparcar, se nos acerca un chico, se presenta como el guardia
del parking y nos enseña una identificación. Va con otro que se ofrece a
enseñarnos el mercado por 20 dhm.
Al principio le decimos que no, pero creo
que a Miguel le va a gustar una visita guiada porque nunca ha hecho ninguna,
así que aceptamos su oferta.
Entramos en el mercado que, como todos los
zocos, está estructurado por gremios en un sinfín de callejuelas. Un torbellino
de olores y colores lo inunda todo.
Abdul del desierto (así se hace llamar el
guía) nos lleva a la tiendecita de su amigo Ibrahim, un chico educadísimo y muy
simpático que nos enseña algunas piezas artesanales.
Con ese encanto que sólo tienen los
verdaderos mercaderes, nos cuenta el significado y el uso de la cruz del sur.
Cada punta de la cruz representa una tribu (bereber, tuareg, árabe y nómada),
la parte inferior con una especie de M representa la jaima y se utilizaba en
las caravanas errantes como brújula, colocando una rosa del desierto en el
agujero de la cruz y mirando a la mañana siguiente en qué dirección la había
movido el viento. De noche, también se utilizaba para orientarse alineándola
con las estrellas.
Ibrahim nos cuenta cómo nació el mercado
de Risani en la misma calle donde antiguamente las tribus se intercambiaban
objetos y mercancías. Él es la cuarta generación de su familia que regenta su
tienda. Nos pone los chechés de rigor y nos hacemos unas fotos. Al final nos
llevamos los chechés y un bonito colgante.
Nuestra siguiente parada es una botica
donde un señor la mar de curioso, con unas gafitas que le hacen los ojos
diminutos, despliega todos sus encantos y comienza el show: a toda velocidad
nos habla de las maravillas que hace el agua de rosas (que nos espolvorea por
toda la cara), el aceite de argán (que, dice el señor, cura hasta el cáncer),
el vicks vapor-up del desierto hecho a base de comino negro (lo llama “el capo
de la medicina”) y otras hierbas encerradas en un trocito de tela… El tipo
tiene perfectamente pensado todo el espectáculo, pero al final no nos llevamos
nada.
Continuamos cruzando el mercado, pasamos
por la zona de frutas y verduras, las especias, la ropa… e incluso por las
herrerías y las barberías (donde aplican una llamativa técnica de sajado en la
nuca para aliviar los dolores de cabeza).
Nos llama mucho la atención un puesto de
calzado donde fabrican sandalias con los colores de la bandera bereber y la
suela hecha de goma de neumático.
Salimos por el otro lado del mercado y
Abdul nos guía por las calles del pueblo hasta una zona donde varios chicos
trabajan puliendo los fósiles que se extraen en la zona fronteriza con Argelia.
Primero rompen los bloques grandes en
trozos más pequeños, localizan los fósiles y a partir de ahí comienzan a
trabajar la roca. Algunas veces cortan el fósil aislado, en otras ocasiones
crean una jabonera u otro objeto a partir de ese fósil utilizando una radial. Una
vez definida la pieza, se pule para que quede brillante frotándola con tela
vaquera con la sola ayuda de un disco giratorio y un pequeño motor.
Es un trabajo durísimo, en unas
condiciones muy malas (en mitad de la calle, sin medidas de protección para las
manos o las vías respiratorias) y realmente se invierte mucho esfuerzo para lo
que después se saca.
De allí nos vamos a un pequeño almacén
donde guardan todas las piezas pulidas para después venderlas en las tiendas de
la zona. Es increíble la cantidad de objetos decorativos que pueden hacer, pero
lo más impresionantes son los fósiles de gran tamaño.
El calor comienza a ser insoportable, así
que ponemos fin a la visita… compramos el pan, pagamos a Abdul y al vigilante
del parking y nos ponemos en marcha.
Nuestro guía nos ha recomendado ir a ver
el mausoleo del primer rey de Marruecos, que está donde el circuito de las
kasbahs… Nos acercamos con el coche, pero hace tanto calor que la verdad es que
no nos apetece mucho y deshacemos el camino.
Empezamos a recorrer la recta que une
Risani con Merzouga y, antes de ir al hotel, nos acercamos a ver el Dayet Srji: una depresión del terreno
que se inunda gracias a las escasas lluvias y que sirve de hogar a los
flamencos durante su migración.
Se ve que, con el calor que está haciendo,
los flamencos han volado más al norte… pero el lugar es igualmente
impresionantes, más aún sabiendo que al otro lado de la carretera, a penas a
unos centenares de metros, hay un mar de dunas.
Antes de que podamos reaccionar, cuando
llevamos unos minutos en la orilla, un par de lugareños ya han montado su
chiringuito improvisado junto al coche, mostrando fósiles, minerales y algunos
colgantes para vender. Cuando nos vamos, vuelven a subir a la misma colina y
esperan a que venga el siguiente coche.
Llegamos al parking del hotel y nos
encontramos con la gente de Raid Aventura 4x4 que está en la zona dando un
curso de conducción en dunas. Charlamos un rato, ellos se van a trabajar y
nosotros a descansar a la habitación.
Bastante cansados por el calor y la fuerza
del sol, comemos algo y nos quedamos dormidos gran parte de la tarde.
Cuando la temperatura es un poco más
agradable, salimos a dar una vuelta por los alrededores y a tomarnos unas cocacolas
junto a la piscina mientras hacemos tiempo hasta la cena.
No hay mucha gente y quizá por eso me da
la sensación de que hay poco control o cierta dejadez en el hotel, en
comparación con lo que he vivido otras veces.
Cenamos ensalada y cuscús de verduras y
poco después nos vamos a dormir.
Hotel Kasbah Tombouctou
Erg Chebbi Desert, Hassilabied 250
(00212) 535 57 70 91
www.xaluca.com
Erg Chebbi Desert, Hassilabied 250
(00212) 535 57 70 91
www.xaluca.com
Día 6. MERZOUGA – MERZOUGA (18.04.13) >>
118 km. <<
Pasan unos minutos de las 8 cuando
decidimos levantarnos e ir a desayunar para aprovechar las horas de menos
calor. A las 8:45 ya estamos en ruta.
Parece que la pista de nuestro rutómetro
se la va tragando una carretera en construcción que intuyo terminará uniendo
Merzouga y Risani pasando junto a los principales hoteles del Erg Chebbi.
En uno de los cruces, antes de abandonar
la pista principal, nos cruzamos con el coche de Federico y tenemos la
oportunidad de despedirnos, ya que la noche anterior no le encontramos en el
hotel.
En cuanto nos alejamos un poco del
impresionante cordón de dunas, la gente desaparece y estamos completamente
solos, en medio de un paraje absolutamente diferente.
Le pedimos a Raid Aventura que nos
preparara alguna de las rutas que yo ya había hecho en la que pudiéramos
encontrar rosas del desierto. Creo que vamos hacia el este, así que la cosa
promete.
En un momento dado, Miguel detiene el
coche… pues en medio de esta inmensa nada, ha visto una veta de rocas grises
completamente distintas al resto del entorno. Nos bajamos para observarlas de
cerca y el instinto de geólogo no le ha fallado a Mac: son fósiles de
belemnites, los calamares del Cretácico. Aunque la roca está un poco echa polvo
(debido a la erosión), nos llevamos un trocito de muestra… que para eso hemos
traído el kit de geólogo.
Después de algo más de dos horas desde que
salimos, llegamos al final de la ruta. El lugar que yo recordaba tenía una
ladera a la izquierda del camino por la que ya encontramos alguna rosa y
formaciones grandes en la cima. Este sitio es diferente, pero eso le da más emoción.
Parece que no podemos llegar con el coche
hasta el waypoint exacto, así que recorremos andando el último tramo.
Encontramos algunas rosas pequeñas y grandes concreciones de sílex, conocidas
como “muñecos”.
Emprendemos el camino de vuelta y Miguel
me deja coger el coche un rato. La pista no tiene ninguna dificultad, ni ningún
peligro… además ya he conducido por aquí otras veces.
El caso es que en un momento dado hay una
piedra por el camino, que yo pensaba dejar a nuestra derecha, pero en eso
momento él me dice que la esquive y finalmente me la como. ¡La única piedra que
hay en este desierto y me la como! Nunu 1- Mac 0. Por suerte ni pinchamos, ni
se rompe nada.
Como la ruta es de ida y vuelta por el
mismo camino, ahora aprovechamos para parar en todas partes. Habíamos visto un oasis
bastante grande y nos acercamos para comprobar si podemos bajar con el coche y
descansar un rato a la sombra.
Desgraciadamente, las palmeras crecen
dentro de un pequeño cañón y hay bastante arena… no queremos correr riesgos
(que ya tuvimos bastante suerte en la llanura de Marha), así que seguimos
adelante, pues recordamos perfectamente algunos árboles aislados.
Algunos kilómetros más adelante, vemos
otro oasis en el que está descansando un grupo de camellos que, al vernos,
comienzan a salir de entre las palmeras para curiosear, quedándose a una
distancia prudencial.
Detenemos el coche y nos acercamos
lentamente, no queremos asustarlos. Hay un par de ejemplares grandes, pero
sobre todo son crías. Se tumban en el suelo, se revuelcan en la arena y juegan
entre ellas. La verdad es que son unos animales muy cachondos.
Encontramos una acacia solitaria donde
tomarnos el ángelus, pero no nos entretenemos mucho porque empieza a hacer un
calor considerable.
Cuando estamos saliendo a la pista
principal, Miguel se come un bordillo con la misma rueda que antes maltraté con
la piedra. Nunu 1- Mac 1. Poco después, la combinación de bache + velocidad rompe
el empate: Nunu 1 – Mac 2. Ya me siento mucho mejor, jajajajajaja.
En un estrechamiento del camino, un niño
de unos siete u ocho años ha montado un puestecito de camellos y muñecas echas
de tela. Estos recuerdos los hacen las mujeres bereberes y los venden los niños
en los caminos. Le damos la otra bolsa de ropa que llevamos y su hermano mayor,
que le vigilaba a unos metros de distancia, se acerca a darnos las gracias.
Llegamos al hotel cuando aún no es la hora
de comer. Hace un día estupendo, completamente despejado y sin polvo en
suspensión, pero con un calor insoportable… Así que nos vamos derechos a la
piscina.
Hay un par de inglesas tomando el sol,
cogiendo un peligroso color cangrejo mientras se quedan dormidas. Nosotros
cogemos un sitio a la sombra y vamos directos al agua. Nos damos un chapuzón y
volvemos a nuestras hamacas a comer algo. Nos volvemos a bañar porque hace
tantísimo calor que ya nos hemos secado. Luego Miguel se echa la siesta,
mientras yo tomo el sol (a la sombra) hasta que de nuevo no puedo soportar más
la temperatura y, tras un último baño, nos vamos a la habitación a ducharnos.
Justo antes del atardecer, salimos a dar
un paseo por las dunas. No hay que andar mucho… de hecho, el día menos pensado,
la arena acabará engulléndolo todo pues los primeros montículos están a penas a
cincuenta metros.
Aunque hoy era el día perfecto para haber
echo un paseo a camello hasta la duna más alta, no nos hemos dado cuenta a
tiempo y la excursión ya está completa.
Nos quedamos a ver cómo lo preparan todo y
a acariciar un rato a la cría de camello que se ha quedado huérfana y que están
criando los chicos del hotel. Durante estos tres meses lo han estado
alimentando a biberón y, a juzgar por el cariño que les tiene, no le está yendo
nada mal. Es muy cariñoso, no tiene miedo a la gente y le encanta que le
acaricien.
Eso sí, no me quiero imaginar el tamaño
que va a tener en un par de meses más y cómo se va a llevar con el resto de
camellos, que parecen mucho más salvajes e intratables que esta criatura.
Nos subimos a una duna para hacer unas
fotos y en seguida se nos acercan un par de chicos. Parece que quieren
conversar, pero después de las frases de rigor (de dónde eres, es tu primera
vez en Marruecos…) despliegan su chiringuito y todos sus encantos.
Al saber que somos de Madrid, empiezan a
hacer gracias como “ej-ke los de Madrid sois muy simpáticos”. La verdad es que
nos reímos un buen rato con ellos y aprendemos que el típico “prisa mata
hombre” que dicen por la zona, se ha convertido en “prisa mata y pachorra
remata”.
De sus bolsas sacan algunos fósiles y
varias geodas envueltas en papel de periódico. Aunque les digas que ya tienes
de todo, ellos tienen la respuesta perfecta: no has de pensar en lo que tú tienes,
sino en las familias a las que ayudas. Y lo cierto es que viven de eso, ese es
su único trabajo. Total: una geoda (bastante buena y sin tintar) y una rosa del
desierto.
Justo al lado, se han sentado unos
chiquillos que tienen como mascotas dos zorritos del desierto. Si lo pienso
demasiado voy a tener que echarles la peta primero por haber separado dos crías
de su madre, y segundo por haber capturado animales salvajes (que ya nunca
podrán ser devueltos a su hábitat) para sacarse cuatro dírhams dando pena a los
turistas.
Sé que no voy a conseguir nada haciendo eso, que les entrará por un
oído y les saldrá por otro, que seguirán pensando que es mucho mejor cazar
zorros y venderlos que ir a la escuela. Así que me resigno, me olvido de los chicos
y me centro en los zorritos, que son una monada y no paran de correr de un lado
para otro, jugando y escarbando por todas partes.
Nos quedamos en la arena, sacando fotos de
los fenecs hasta que se pone el sol. Ha sido un día estupendo, probablemente el
más relajado que haya pasado en las dunas, y lo hemos disfrutado muchísimo.
Volvemos al hotel y nos sentamos junto a la
piscina a tomarnos unas cocacolas hasta que llegue la hora de la cena. No hay
mucha diferencia con los platos de ayer, como ya he comentado parece que todo
está algo descuidado en comparación con el otro Xaluca.
Día 7. MERZOUGA – BOULMANE DADES (19.04.13) >>
339 km. <<
Nos levantamos temprano, aunque no lo
suficiente como para ver salir el sol. Las excursiones en camello para ver
amanecer en la gran duna salen a las 5:30. Son las 8:30 y el sol ya está muy
alto. Tendrá que ser la próxima vez.
Desayunamos y nos ponemos en marcha. La
primera parada del rutómetro es un cementerio… pero no encontramos la calle de
acceso y decidimos seguir adelante. La siguiente son los pozos de Tinghir, que a
priori no suena muy seductor, pero resulta realmente interesante.
Desde la carretera se ven muchos montículos
y hay varias jaimas donde pararse, con lugareños que realizan visitas guiadas.
Continuamos hasta el waypoint exacto y aparcamos.
Nos acercamos a uno de los pozos, echamos
un vistazo y en seguida se nos acerca un hombre, de nombre Ali, y nos ofrece
enseñarnos los pozos por dentro y tomarnos un té a la menta en su jaima cuando
termine la visita el grupo de turistas que hay dentro.
A los pocos minutos, sale un montón de
gente que se va directa a un autocar. El sitio se queda vacío. Hassan, el primo
de Ali, nos invita a pasar con él. Bajamos por unas escaleras excavadas en la
roca y rápidamente notamos que la temperatura desciende varios grados.
Hassan nos explica que este sistema de
pozos es del siglo XI. Fueron los esclavos negros quienes explicaron a las
distintas tribus (nómadas, bereberes, touaregs, árabes y beduinos) el método
para traer agua desde las montañas en la frontera con Argelia, hasta los palmerales
de Er-Rachidia.
Comenzaron excavando un pozo de 150 metros
de profundidad con poco más que sus manos y una cesta de mimbre para ir sacando
la arena. A esa profundidad empezaron el túnel por el que bajaría el agua,
haciendo otro pozo cada 10 metros para dejar que el oxígeno entrara y, a la
vez, ir sacando el material extraído. De vez en cuando realizaban pequeñas
piscinas con algo más de profundidad para ralentizar la velocidad de bajada del
agua.
Así crearon un larguísimo túnel de 50
kilómetros que, gracias a la pendiente con que fue realizado, conducía el agua
sin esfuerzo desde las montañas hasta el desierto. Cada tribu tenía su propia línea de pozos,
pero todos trabajaban unidos para desarrollar y mantener el sistema. Con el
paso del tiempo, las tribus se separaron, algunos se marcharon y, desde las
ciudades, empezó a explotarse el sistema de canalización extrayendo el agua con
motores de gasolina hasta provocar la extinción del acuífero hace unos 35 años.
Actualmente, sólo quedan estas
paradas-museo que familias como la de Alí y Hassan mantienen, pues son su medio
de vida. Nos quedamos muy impresionados con todo el sistema y, sobre todo, con
el esfuerzo sobrehumano que debieron hacer las tribus para crearlo pues, según
nos cuenta Hassan, ellos tardaron casi dos años en excavar el túnel y los
escalones de acceso, aun teniendo herramientas que les ayudaban. Y es que todo
la zona es yeso, un material realmente duro y difícil de trabajar.
Salimos de las profundidades y nos
acercamos a ver uno de los pozos por fuera, mientras nuestro amigo nos explica
cómo subían los canastos con el material extraído con un sistema de polea muy
curioso, realizando con palos una especie de rueda giratoria en la que se
enroscaba automáticamente la cuerda atada a la cesta.
La rueda podía hacerse girar empujando con
los brazos, sentado en el suelo y utilizando las piernas (a lo Jimi Hendrix,
como dice Hassan mientras nos hace una demostración práctica) o atando la
cuerda a un camello y haciéndolo caminar. Increíblemente inteligente.
Terminada la visita, pasamos a la jaima a
tomar un té con Ali, que se empeña en ponernos unos chechés para hacernos una
foto con él. Es un tipo realmente simpático y hablamos con él de la familia, de
la vida, de las cosas que de verdad importan. Le agradecemos su hospitalidad y
la visita y le damos una insignificante propina de 40 dh., con la que él se
queda la mar de contento. Nos regala un colgante con el símbolo bereber del
hombre libre, insiste mucho en que le hablemos a todos nuestros amigos de su parada
en la línea de pozos (N 31º 31,828' W 4º 29,506') y nos despedimos con la promesa de volver
a vernos algún día y comernos juntos un buen cuscús.
Reanudamos la marcha y sólo paramos para
comprar el pan en un pueblecito y tomarnos una cocacola para combatir el
intenso calor que hace.
No encontramos una sola sombra donde
pararnos a comer, así que nos hacemos un bocata a pleno sol en un camino que se
aleja un poquito de la carretera. Nos lo tomamos en un pispás porque no hay
quien soporte la temperatura.
Ya no paramos hasta las Gargantas del
Todra. La primera vez que vi este lugar hermoso, era una visita que realmente
merecía la pena pues podías sentirte como una verdadera hormiguita entre
aquellas paredes verticales de más de 300 metros.
Ahora las paredes siguen allí, pero la
solitud de entonces se ha convertido en una locura de gente caminando en todas
direcciones, chiringuitos de suvenires en cada recodo de la carretera, más de
una docena de autocares aparcados, turistas (nacionales e internacionales) por
todas partes incluso ocupando un carril entero mientras comen tranquilamente
sentados en el suelo, un tráfico incesante… ¡hasta una atracción infantil para
escalar un trozo de pared!... y tanto ruido que toda la belleza del lugar ha
desaparecido. Quizá temprano por la mañana la cosa sea
distinta, pero es casi la hora de comer y aquello parece el Rastro en hora
punta. Hacemos unas fotos y volvemos por la misma
carretera, que está destrozada, y a cuyos márgenes han proliferado como setas
los albergues, restaurantes y tiendecitas. Como no hagan algo para controlar un
poco la afluencia de turistas y visitantes, en diez años el lugar estará
completamente arrasado.
Antes de llegar a Boulmane, paramos en un
mirador junto a la carretera. La vista es fascinante: todas esas casitas del
mismo color que la tierra que se pierden en la distancia… hasta donde alcanza
la vista guiada por el río verde que es el palmeral.
Llegamos al hotel, dejamos las maletas en
la habitación y descansamos unos minutos. Tenemos dos opciones: pasar la tarde
en remojo en la apetecible piscina o aprovechar que el cielo está precioso e ir
a ver las Gargantas del Dades. Optamos por la segunda opción, pues así
tendremos más libertad al día siguiente para entretenernos cuanto queramos en
las paradas que hagamos.
La carretera va siguiendo el curso del
Oued Dades y no paramos de alucinar desde el minuto uno. Los colores, las capas
del terreno, las montañas, los farallones… han creado un paisaje espectacular.
Paramos en cada arrimadero de la carretera
para hacer fotos, lo que nos obliga a adelantar al mismo camión (que va a 20
por horar) tres o cuatro veces.
En Ait
Larbi hay un gran mirador, justo en frente de los llamados “dedos de mono”.
La erosión de las areniscas ha dado lugar a unas formaciones absolutamente
increíbles.
No podemos evitarlo. Aunque haya algo de
gente que se queda asombrada cuando nos ve, nosotros tenemos que saltar. Y
saltamos una y otra vez hasta que conseguimos volar frente a las rocas.
Continuamos subiendo por la carretera,
hasta llegar a lo alto del puerto de Mikern desde donde se puede tomar la
típica foto de las revueltas. Un par de ciclistas holandeses bajan a toda
velocidad dando gritos de alegría mientras disfrutan de la diversión que les
proporcionan las curvas.
Personalmente, esta zona me está gustando
muchísimo más que las otras gargantas que vimos por la mañana… además nunca
antes había hecho este recorrido y creo sin duda que es una de las zonas más
impresionantes de Marruecos.
Las gargantas propiamente dichas están un
poco más adelante. Llegamos hasta allí y damos media vuelta deshaciendo nuestro
camino. Al subir el tramo que va hasta el alto, vemos como una furgoneta con un
remolque enorme tiene serias dificultades para remontar la cuesta. De hecho les
es imposible avanzar y van a tener que ir marcha atrás hasta un camping donde
pasarán la noche.
Paramos una vez más a contemplar las
vistas del palmeral que se extiende a los pies de Boulmane y nos acercamos a una
gasolinera a lavar el coche, que va otra vez que no se puede ni tocar.
La temperatura ha bajado notablemente, así
que no tenemos suficiente calor como para bañarnos en la piscina cuando
llegamos al hotel. Ordenamos un poco, nos duchamos y nos vamos a cenar pensando
que las docenas de abueletes que hemos visto bajarse de varios autocares ya
habrán terminado… Craso error. Están todos allí…
Hotel Xaluca Dades
Boulmane Dades
(00212) 524 83 00 60
www.xaluca.com
Boulmane Dades
(00212) 524 83 00 60
www.xaluca.com
Día 8. BOULMANE DADES – OUARZAZATE (20.04.13) >>
240 km. <<
De madrugada me dio un pequeño apechusque
intestinal y estuve un par de horas despierta, así que cuando a los 8 de la
mañana han puesto una música horrible en la piscina, me he acordado de todos
los parientes del responsable.
Vamos a desayunar.
En el comedor todo parece tranquilo, pero de pronto aparece un grupo de señoras
griegas dando voces y tocando toda la
comida con las manos. Afortunadamente ya nos habíamos servido. Una lástima que en un hotel de 4
estrellas, el zumo no sea natural.
Recogemos nuestras cosas, nos subimos al
coche y vamos directos al Valle de las
rosas. El rutómetro sólo indica que para visitar el valle hay que ir y
volver por la misma carretera, así que nos quedamos asombrados cuando empezamos
a ver las formaciones rocosas que flanquean la carretera, las kasbahs y huertos
a lo largo del cauce del río.
Paramos varias veces para hacer fotos y
contemplar el paisaje, que cambia radicalmente en cada curva. Incluso nos
subimos a unas rocas para tener mejores vistas del vergel que crece junto al
cauce del río M'Goun.
Durante todo el trayecto, vemos cantidad
de puestos a pie de carretera y pequeñas tiendas en los pueblos donde venden
todo tipo de productos realizados a base de rosas: perfumes, jabones, cremas,
arcillas perfumadas, aceites corporales, agua de rosas, mermeladas... Muchas de
estas tiendas pertenecen a cooperativas femeninas locales, que recolectan las
flores, almacenan los pétalos y confeccionan los productos.
En los márgenes de la carretera vemos
también muchos niños que venden guirnaldas de rosas que los locales cuelgan en
el retrovisor del coche.
No en vano, el festival de las rosas es
una de las fiestas más importantes de Marruecos y, aunque aún quedan todavía
algunas semanas, ya empieza a notarse en el ambiente. Este festival, que dura
tres días y celebra el comienzo de la primavera, atrae cada año a más de veinte
mil personas que disfrutan del colorido de las calles cubiertas de pétalos de
rosa, danzas folclóricas y conciertos de grupos bereberes al aire libre.
Aunque el camino sea de ida y vuelta por
la misma carretera, realmente merece la pena recorrerlo y no perderse detalle
del bellísimo paisaje.
Damos la vuelta para volver a la pista
principal y paramos un par de veces: la primera para ver cómo juegan los niños se
refrescan jugando al fútbol en el cauce del río, mientras un rebaño de cabras
escapa del pastor que corre tras ellas por la carretera; la segunda para hacer
unas fotos de una preciosa kasbah que hay en medio del palmeral.
Se acaba el puertecillo y la carretera se
convierte en una interminable línea recta que cruza una árida llanura. Voy
mirando el mapa y sé que pronto llegaremos al palmeral de Skoura, con sus más
de 70.000 palmeras y 150 kasbahs catalogadas escondidas entre los árboles.
Pasada las Kasbah de Ait ben Moro
(restaurada y convertida en albergue-restaurante), cogemos una pista que sale a
la derecha, cruza el río seco y se adentra en el palmeral.
La pista está llena de baches y se va
estrechando poco a poco. Nos sentimos un poco “intrusos” a medida que avanzamos
pues, además de las kasbahs, aquí hay varias casas. Decidimos aparcar a la
sombra de una palmera y dar una vuelta a pie.
A poco más de cien metros hay tres o
cuatro kasbahs, cada cual más bonita que la anterior. Tiramos fotos en todas
direcciones. El cielo, lleno de cirros y pequeñas nubecitas, hace que lo que
vemos nos parezca aún más hermoso.
Hay que saltar... este sitio tiene que estar en nuestra carpeta de saltos.
De la nada, aparece un niño guapísimo que
ha venido corriendo al oír el coche. Nos saluda y nos ofrece enseñarnos las
kasbahs por dentro, pero la verdad es que nos da un poco de miedo porque están
en ruinas y apuntaladas por dentro.
Nuestro nuevo amigo quiere que le saquemos
una foto para verla en la pantalla. Hablamos un ratito con él mientras
regresamos al coche. Le preguntamos, en nuestro olvidado francés, si va al
colegio, si le gusta estudiar y si tiene bici… porque llevamos en el coche un
casco que Miguel intuye que le va a quedar perfecto.
Le enseño cómo se abre y se cierra el seguro,
se lo ajusto bien y se lo coloco mientras él se queda quietísimo y muy
estirado. Quiere que le hagamos otra foto y no nos podemos negar, porque el
niño es un amor.
Se han acercado siete u ocho niños más y
sacamos unas chocolatinas para repartirlas. Todos nos dan las gracias pero
nuestro niño, que es un encanto, se acerca hasta mi puerta y de nuevo nos da
las gracias por el casco. Acto seguido sale corriendo hacia su casa, más contento que Chupita.
Nos vamos del palmeral y, a medida que nos
acercamos a Ouarzazate, vemos que unas nubes amenazadoras vienen desde el
Atlas. Ouarzazate es una ciudad grande, así que no tenemos mucha esperanza de
que el riad esté donde Google maps dice que está.
Paramos en el parking de la medina
Taourirt y Miguel le pregunta al vigilante que, a mitad de su explicación,
invita a un lugareño a meterse en nuestro coche y guiarnos hasta el riad. O_o
En realidad el alojamiento está muy cerca
(primera calle a la izquierda). Aparcamos y aparece un chaval que dice que
trabaja para el riad y que nos lleva las maletas. Nos metemos en la medina y en
dos minutos estamos en La Rose Noire. Le damos una propina al que se nos ha
metido en el coche y subimos a nuestra habitación.
Nos aseamos un poco y nos vamos a dar una
vuelta. El chaval que nos ayudó con las maletas (que dice que también vigilará
el coche por la noche) se ofrece a enseñarnos los zocos de la medina, dice que
a cambio sólo quiere practicar español… pero no hace muy buen tiempo y nosotros
queremos ir hacia Ait Bennadouh.
Una vez allí comienza a levantarse viento
e incluso empieza a llover… así que hacemos algunas fotos desde un mirador y
ponemos de nuevo rumbo al riad.
Al aparcar, el chaval aparece otra vez, esta
vez para decirnos que visitemos la tienda de la cooperativa… madre mía, qué
pesadito… Cuando llegamos no está la chica que nos
ha atendido antes, sino un señor francés de nombre Bernard que se asegura de
que nosotros somos los Rodríguez… aunque en realidad somos los Caja, jajajajajaja.
Exploramos todo el riad, echamos un
vistazo a las habitaciones que están abiertas (la suite 103 es brutal) y
subimos a la terraza. Hemos visto que la 202 es más bonita, más espaciosa y con
más luz, así que le preguntamos a Bernard si nos podemos cambiar y no hay
problema.
Nos instalamos, nos duchamos y pasamos lo
que queda de tarde haciendo fotos, relajándonos y leyendo en la habitación, pues fuera el
tiempo está un poco inestable.
A las ocho salimos a cenar a uno de los
restaurantes que había buscado en Tripadvisor y que habíamos localizado a la
vuelta de Ait Bennadouh. El 3 Thes ofrece cocina tradicional marroquí y algunos
platos europeos. Llevamos demasiados días comiendo cuscús y tajín, así que
pedimos una ensalada de la casa, una pizza de atún y una hamburguesa royal con
dos cocacolas (total 136 dh.). El camarero, que está un poco desbordado, hace
todo lo posible por atendernos con la mayor prontitud posible y la verdad es
que todo resulta estar muy rico.
Cuando volvemos al riad tenemos tiempo de
subir a hacer unas fotos del atardecer desde la terraza, que tiene vistas a la
medina. Pero estamos agotados, así que después de unas cuantas tomas nos vamos
a dormir.
La Rose Noire maison d’Hotes
Rue de la Mosquee | Hay Taourirt, Ouarzazate
(00212) 24 88 60 67
www.maisondhote-rosenoire.com
Rue de la Mosquee | Hay Taourirt, Ouarzazate
(00212) 24 88 60 67
www.maisondhote-rosenoire.com
Restaurant 3 Thés
Av. Moulay Rachid, Ouarzazate
(00212) 524 88 63 63
www.ouarzazate.com/restaurant-3thes
Av. Moulay Rachid, Ouarzazate
(00212) 524 88 63 63
www.ouarzazate.com/restaurant-3thes
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